Una ciencia en la que todos podemos ser sabios

Por Kenneth Pierce

Como reflexionábamos en las semanas pasadas, la virtud que nos propone San Pedro como primer escalón de su escalera es ciertamente muy valiosa, pero no implica necesariamente que los esfuerzos realizados luego estén encaminados adecuadamente. Por eso el Apóstol, en su misma escalera, nos señala el “conocimiento” como segundo paso. Se trata de conocimiento, sabiduría, entendimiento, que dirige nuestra virtud y la encamina rectamente según el Plan de Dios.

Hace unas semanas señalábamos que este conocimiento que nos propone San Pedro podía ser considerado como una “ciencia de los santos”. No se trata, por tanto, de cualquier ciencia o conocimiento. A veces, cuando se habla de “conocimiento”, uno se remite en un primer momento al estudio, a las clases o a cualquier otro lugar de aprendizaje. Como es natural algunos alumnos, por sus capacidades, serán ahí mejores que otros.

Hay, sin embargo, algo muy distinto en el “conocimiento” que nos señala San Pedro. No es exclusivo de algunos elegidos, ni requiere excepcionales dones de inteligencia. Es, por el contrario, una ciencia en la que todos, sin excepción alguna, podemos con la ayuda de Dios ser “sabios” y grandes conocedores. Así, el gran letrado o el científico genial no necesariamente podrán tener una “ciencia” más elevada, y por el contrario, quizás el campesino humilde o el obrero sencillo podrá poseer en altísimo grado esta “ciencia de los santos”.

¿En qué radica la excelencia de esta ciencia? En buena medida radica en la capacidad de toda persona, hombre y mujer, de abrirse a la gracia de Dios para iluminar su actuar cotidiano y cumplir el Plan de Dios. El conocimiento al que nos invita San Pedro es apertura a Dios y por tanto iluminación de nuestra realidad cotidiana a partir de El.

Se trata, entonces, de un conocimiento auténtico y que se termina expresando sobre todo en la vivencia de la caridad y el amor por los demás. Se expresa así porque este conocimiento nos lleva al cumplimiento del Plan de Dios, que es siempre un plan de amor para cada uno de nosotros. Todos podemos ser sabios en esta ciencia, porque Dios nos llama a todos a ser santos y nos ayuda siempre con su fuerza y su gracia para alcanzar este gran ideal.

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