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“Todas las dificultades en el seguimiento de Cristo y en el testimonio de su Evangelio, pueden ser superadas si nos abrimos con confianza a la acción del Señor”.

Compartimos con ustedes algunos extractos de la Catequesis del Santo Padre de día miércoles 13 de Junio…

La catequesis trata sobre la experiencia del Apóstol Pablo en la segunda carta a los Corintios en el capítulo 12.

 

“El encuentro diario con el Señor y la frecuencia en los sacramentos puede abrir nuestras mentes y nuestros corazones a su presencia, a sus palabras, a su acción. La oración no es sólo el respiro del alma, sino que – para usar una imagen – también es un oasis de paz, en el que podemos encontrar el agua que alimenta nuestra vida espiritual y transforma nuestra existencia. Y Dios nos atrae hacia sí, nos hace subir la montaña de la santidad, para que nos acerquemos cada vez más a Él, ofreciéndonos a lo largo del camino sus luces y consuelos. Ésta es la experiencia personal a la que se refiere san Pablo, en el capítulo 12 de la Segunda Carta a los Corintios, sobre el que deseo detenerme hoy.”

“todas las dificultades en el seguimiento de Cristo y en el testimonio de su Evangelio, pueden ser superadas si nos abrimos con confianza a la acción del Señor”.

“San Pablo es muy consciente de ser un “siervo inútil” un simple servidor (Lc 17, 10), no es él quien ha hecho grandes cosas, es el Señor, “un recipiente de barro” (2 Cor 4,7), en el que Dios pone la riqueza y el poder de su Gracia. En este momento de intensa oración contemplativa, san Pablo comprende claramente cómo afrontar y vivir cada evento, sobre todo el sufrimiento, las dificultades, la persecución: en el momento en que experimenta su propia debilidad, se manifiesta el poder de Dios, que no abandona, no nos deja solos, sino que se vuelve apoyo y fuerza.”

“Ciertamente, Pablo hubiera preferido ser liberado de esa espina, de ese sufrimiento, pero Dios dice que no, que es necesario para ti, que tendrás la gracia suficiente para resistir y para dar lo que debe hacerse.”

“El Señor no libera de los males, pero nos ayuda a madurar en los sufrimientos, en las dificultades, en las persecuciones. La fe, por lo tanto, nos dice que, si permanecemos en Dios “aunque nuestro hombre exterior se vaya destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día a día, precisamente en las pruebas” (v. 16).”

“En realidad, humanamente hablando, no era un peso ligero el de las dificultades, era gravísimo. Sin embargo, en comparación con el amor de Dios, con la grandeza de ser amados por Dios, se vuelve ligero, sabiendo que la cantidad de la gloria será inconmensurable.”

“Así que, en la medida en que crecemos en nuestra unión con el Señor y en que nuestra oración se vuelve intensa, también nosotros vamos a lo esencial y comprendemos que no es el poder de nuestros medios, de nuestras virtudes, nuestras capacidades, el que realiza el Reino de Dios, sino que es Dios el que obra maravillas, justo a través de nuestra propia debilidad, de nuestro no estar a la altura del cargo. Por lo tanto, debemos tener la humildad de no confiar simplemente en nosotros mismos, sino de trabajar con la ayuda del Señor en la viña del Señor, encomendándonos a Él como “frágiles recipientes de barro”.”

“Sólo la fe, el confiar en la acción de Dios, en la bondad de Dios que no nos abandona es la garantía de no trabajar en vano. Así la Gracia del Señor ha sido la fuerza que ha acompañado a san Pablo en las tremendas fatigas para difundir el Evangelio y su corazón ha entrado en el corazón de Cristo, volviéndose capaz de conducir a los otros hacia Aquel que murió y resucitó por nosotros.”

“En la oración abrimos por tanto nuestro ánimo al Señor para que Él venga a habitar nuestra debilidad, transformándola en fuerza para el Evangelio. Y es rico de significado también el verbo griego con el que Pablo describe este morar del Resucitado Señor en su frágil humanidad; usa episkenoo, que podremos interpretar con «poner la propia tienda». El Señor continúa poniendo su tienda en nosotros, en medio a nosotros: es el Misterio de la Encarnación. El mismo Verbo divino, que ha venido a morar en nuestra humanidad, quiere habitar en nosotros, plantar en nosotros su tienda, para iluminar y trasformar nuestra vida y el mundo.”

“Contemplar al Señor es, al mismo tiempo, fascinante y tremendo: fascinante por que Él nos atrae a si y rapta nuestro corazón hacia lo alto, llevándolo a su alteza donde experimentamos la paz, la belleza del su amor; tremendo por que desnuda nuestra debilidad humana, la nuestra inadecuación, la fatiga de vencer al Maligno que insidia nuestra vida, aquella espina clavada también en nuestra carne.”

“La mística de san Pablo no se funda sólo en los eventos excepcionales por él vividos, sino también en la cotidiana e intensa relación con el Señor que lo ha sostenido siempre con su Gracia. La mística no lo ha alejado de la realidad, al contrario, le ha dado la fuerza para vivir cada día por Cristo y de construir la Iglesia hasta el fin del mundo de aquel tiempo. La unión con Dios no aleja del mundo, sino que nos da la fuerza de estar realmente, de hacer cuánto se debe hacer en el mundo.”

“También en nuestra vida de oración podemos tener quizás momentos de particular intensidad, en los que sentimos más viva la presencia del Señor, pero es importante la constancia, la fidelidad de la relación con Dios, sobretodo en las situaciones de aridez, de dificultad, de sufrimiento, de aparente ausencia de Dios. Solamente si somos aferrados por el amor de Cristo, estaremos en condiciones de enfrentar toda adversidad como Pablo, convencidos que todo podemos en Aquel que nos da fuerza (cfr Fil 4,13). Por lo tanto cuanto más espacio damos a la oración, veremos que nuestra vida se transformará más y será animada por la fuerza concreta del amor de Dios.”

“La contemplación de Cristo en nuestra vida no nos hace extraños, como ya dicho, de la realidad, más bien nos hace aun más participes de las vicisitudes humanas, por que el Señor, atrayéndonos a sí en su oración, nos permite hacernos presentes y cercanos a cada hermano en su amor.”

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