amistad

¿Son posibles hoy la amistad, el amor o la alegría?

Por Ignacio Blanco

Evangelio según san Juan 15,9-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así los he amado yo; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he hablado de esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre. No son ustedes los que me han elegido, soy Yo quien los he elegido y los he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto dure. De modo que lo que pidan al Padre en mi nombre Él se lo concederá. Esto les mando: que se amen unos a otros».

El Señor Jesús nos habla este Domingo de alegría, de amor, de amistad, de permanencia. Toca fibras muy hondas en nuestro corazón. Sus palabras nos remiten a ese anhelo de amar y de ser amados; nos ponen frente al hermoso horizonte de la amistad, y nos invitan a profundizar en la verdadera alegría. Todas realidades que nos trasladan a esa dimensión de nuestra existencia que se resiste a diluirse en lo intrascendente y que más bien busca permanecer.

Una primera reflexión nos lleva a tomar conciencia de cómo se ha empobrecido el contenido de estas palabras (amor, amistad, alegría) en el mundo en que vivimos. No es el caso entrar en detalle de las múltiples caricaturas de amor, de amistad y de alegría que hoy encontramos por todos lados, pero preguntémonos: ¿Qué es el amor realmente? ¿Qué es la alegría? ¿Cómo vivir estas experiencias? Qué fácil confundimos el amor con emociones pasajeras y muchas veces egoístas; cuántas veces vemos reducido el amor a expresiones sensibles y superficiales que ni remotamente agotan su hondura. ¿Es acaso la alegría lo mismo que la diversión o el entretenimiento? Hoy que se habla tanto de redes sociales y de cuántos “amigos” puedes llegar a tener, preguntémonos con sinceridad: ¿Qué es la amistad? ¿Quién es una amiga, un amigo verdadero?

Cristo, nuestro Maestro, hoy ilumina estas realidades tan importante para nosotros. El amor procede de Dios, y Él nos ha amado primero. Él, Jesús, el Hijo de Dios vivo, nos ha amado primero y lo ha hecho hasta el extremo. «Él mismo nos amó primero: no es que nosotros lo hayamos amado, sino que Él nos amó a nosotros» (San Juan Pablo II). Nunca acabaremos de comprender la magnitud de estas enseñanzas de Jesús. Son un horizonte infinito para profundizar e interiorizar, y maravillarnos de la grandeza de Dios y de lo mucho que nos quiere. El Maestro nos invita a amarnos entre nosotros como Él nos ha amado. Ése es el horizonte del amor verdadero. La medida la pone Cristo, no nosotros. Y Él nos ha dado muestra del amor auténtico. Queda en nuestras manos poner de nuestra parte para que, animados por el viento vivificante del Espíritu Santo, nos amemos unos a otros como verdaderos discípulos de Jesús. Eso significa luchar contra la indiferencia, el individualismo, y toda forma de egoísmo. Amarnos como Él nos ha amado es ya un gran apostolado con el que proclamamos ante el mundo que el Señor Jesús está en medio de nosotros.

«Que mi alegría esté en ustedes, y su alegría llegue a plenitud» (Jn15,11). Interesante notar que el Señor nos dice “mi alegría”. Por eso hablamos de una alegría cristiana, es decir, en Cristo. «La verdadera alegría no es fruto del divertirse (…). La verdadera alegría no es un simple estado de ánimo pasajero, ni algo que se logra con el propio esfuerzo, sino que es un don, nace del encuentro con la persona viva de Jesús, de hacerle espacio en nosotros, de acoger al Espíritu Santo que guía nuestra vida» (Benedicto XVI). ¡Vivir alegres en el Señor es, pues, posible para un cristiano! Acojamos el don de su alegría en el corazón y demos testimonio de que el camino de la vida cristiana es un camino de gozo y alegría en Cristo. No que no haya penas y dolores, pero la alegría es más profunda que éstos y les da un sentido de eternidad.

¿Cómo ser amigo de Jesús? ¿No es acaso un tanto temerario pretender ser amigo del Hijo de Dios? Pues Él, una vez más, es quien da el primer paso. «Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a ustedes los llamo amigos». La iniciativa es suya. Él nos invita a una relación personal de amistad y cercanía. En tal sentido, el Papa Benedicto tiene unas palabras muy bonitas para reflexionar y profundizar: «El Señor desea que cada uno de nosotros sea un discípulo que viva una amistad personal con Él. Para realizar esto no basta seguirlo y escucharlo exteriormente; también hay que vivir con Él y como Él. Esto sólo es posible en el marco de una relación de gran familiaridad, impregnada del calor de una confianza total». En ese marco, siguiendo el ejemplo que nos da Jesús, creemos que sí es posible vivir hoy una verdadera amistad, un amor verdadero fuente de esa alegría que permanece e irriga y nutre las profundidades del corazón.

Todos queremos permanecer, todos anhelamos amar, alcanzar la alegría plena y vivir la amistad auténtica. Escuchemos, acojamos y vivamos lo que Jesús nos dice hoy. Ese es el camino. Mejor dicho, Él es el camino.

Comentarios

Comentarios

Comparte esta publicación

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin
Share on pinterest
Share on print
Share on email