Solemnidad de Santa María, Madre de Dios
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Buen Jesús, Tú has venido a salvarnos y a mostrarnos el amor infinito de Dios por nosotros. Te pido que me ayudes a abrir mis oídos y mi corazón para que pueda contemplar el misterio del amor con los ojos de María en esta oración y pueda así seguirte coherentemente como Ella.
Acto penitencial
Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día:
Señor, yo sé que peco y falto muchas veces contra Ti. Te ruego que me perdones y derrames tu misericordia en mi corazón para que junto a Ti, pueda ponerme de pie y no pecar más.
Lectura bíblica según el Evangelio del día: «María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón» Lc 2,16-21
Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción.
Lectura espiritual breve
Meditemos con estas palabras de San Juan Pablo II:
María era la primera en la peregrinación de la fe, era la más iluminada, pero también la más sometida a la prueba en la aceptación del misterio. A ella le tocaba aceptar el plan divino, adorado y meditado en el silencio de su corazón. De hecho, Lucas añade: «Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón» (Lc2,51). Así nos recuerda lo que había escrito ya a propósito de las palabras de los pastores tras el nacimiento de Jesús: «Todos…, se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón» (Lc 2,18-19). Aquí se escucha el eco de las confidencias de María; podríamos decir, de su “revelación” a Lucas y a la Iglesia primitiva, de la que nos ha llegado el «evangelio de la infancia y de la niñez de Jesús», que María había tratado de entender, y sobre todo había creído y meditado en su corazón. Para María la participación en el misterio no consistía sólo en una aceptación y conservación pasiva. Ella realizaba un esfuerzo personal: “meditaba”, verbo que en el original griego (symbállein) significa al pie de la letra juntar, confrontar. María intentaba captar las conexiones de los acontecimientos y de las palabras para aferrar, en la medida de sus posibilidades, su significado (…) María se nos presenta como modelo para cuantos, dejándose guiar por el Espíritu Santo, acogen y conservan en su corazón ―como una buena semilla (ver Mt 13,23)― las palabras de la revelación, esforzándose por comprenderlas lo más posible para penetrar en las profundidades del misterio de Cristo.
Breve meditación personal
Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Gracias, mi Buen Señor, por darnos a María. Gracias por dejar que Ella también sea nuestra Madre. Te pido, Señor, que me ayudes a vivir cada día más plenamente como un hijo de María, y así asemejarme cada vez más a Ti.
Amén.
Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
Pide la intercesión de María rezando esta oración:
Madre del Redentor, Virgen fecunda
puerta del Cielo
siempre abierta,
estrella del mar
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
Ante la admiración
de cielo y tierra,
engendraste a tu Santo Creador,
y permanecés siempre Virgen,
recibe el saludo del ángel Gabriel
y ten piedad de nosotros pecadores.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.