Por Kenneth Pierce
Como hemos venido reflexionando, el Apóstol San Pedro nos propone como uno de los pasos de su escalera espiritual vivir una paciencia esperanzada, la “hypomone”. Casi dos mil años más tarde su sucesor, el Papa Benedicto XVI, ofreció en su encíclica Spe Salvi una hermosa y profunda reflexión precisamente sobre esta esperanza. ¿Qué nos dijo el Sucesor de Pedro sobre la hypomone? Ofrecemos el texto a continuación, pensando también en el tiempo que estamos viviendo: el Adviento. El Adviento es precisamente ocasión de espera, donde aguardamos al Señor que con su nacimiento cumplirá las promesas hechas por Dios desde antiguo. El es siempre fiel a sus promesas y la esperanza del cristiano nunca es en vano.
«Hypomone se traduce normalmente por “paciencia”, perseverancia, constancia. El creyente necesita saber esperar soportando pacientemente las pruebas para poder “alcanzar la promesa”. En la religiosidad del antiguo judaísmo, esta palabra se usó expresamente para designar la espera de Dios característica de Israel: su perseverar en la fidelidad a Dios basándose en la certeza de la Alianza, en medio de un mundo que contradice a Dios. Así, la palabra indica una esperanza vivida, una existencia basada en la certeza de la esperanza.
En el Nuevo Testamento, esta espera de Dios, este estar de parte de Dios, asume un nuevo significado: Dios se ha manifestado en Cristo. Nos ha comunicado ya la “sustancia” de las realidades futuras y, de este modo, la espera de Dios adquiere una nueva certeza. Se esperan las realidades futuras a partir de un presente ya entregado. Es la espera, ante la presencia de Cristo, con Cristo presente, de que su Cuerpo se complete, con vistas a su llegada definitiva».