“Vieron aparecer unas lenguas, como de fuego, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería” (Hch 2, 3-4)
El Espíritu Santo es la fuerza de Dios y el amor de Dios que habita en nuestros corazones y nos impulsa a anunciar el Evangelio. Hoy, el Señor nos llama a acoger su Espíritu y a dar testimonio firme y alegre de su Resurrección por medio de nuestro ejemplo y de nuestras palabras.