EXTRACTO AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO 11 DICIEMBRE 2013
El santo padre reflexiona sobre el juicio final. Constituye un motivo de confianza. No tener miedo, porque si pedimos perdón él nos perdona.
Hoy quisiera iniciar la última catequesis sobre nuestra profesión de fe, tratando la afirmación «Creo en la vida eterna». En particular me detengo en el juicio final.
Cuando pensamos en el regreso de Cristo y en su juicio final, que manifestará, hasta sus últimas consecuencias, el bien que cada uno habrá realizado o habrá dejado de realizar durante su vida terrena, percibimos que nos encontramos ante un misterio que nos supera, …que casi instintivamente suscita en nosotros una sensación de miedo…
(Pero hay) algunos elementos que constituyen un motivo de consuelo y confianza.
…Las primeras comunidades cristianas …solían acompañar las celebraciones y las oraciones con la aclamación Maranathá …«¡Ven, Señor!», o …«Sí, el Señor viene, el Señor está cerca». …Es la Iglesia-esposa que, en nombre de la humanidad, de toda la humanidad, y en cuanto su primicia, se dirige a Cristo, su esposo, deseando ser envuelta por su abrazo; …el abrazo de Jesús, que es plenitud de vida y de amor.
Si pensamos en el juicio en esta perspectiva, todo miedo disminuye y deja espacio a la esperanza y a una profunda alegría: será precisamente el momento en el que seremos juzgados. Preparados para ser revestidos de la gloria de Cristo, como de una vestidura nupcial, y ser conducidos al banquete, imagen de la plena y definitiva comunión con Dios.
Un segundo motivo de confianza se nos ofrece por la constatación de que, en el momento del juicio, no se nos dejará solos.
…Además de contar con Cristo, nuestro Paráclito, nuestro Abogado ante el Padre (cfr 1 Jn 2,1), podremos contar con la intercesión y la benevolencia de tantos hermanos y hermanas nuestros más grandes que nos han precedido en el camino de la fe… los santos… orando por nosotros …La Iglesia es verdaderamente una madre y, como una mamá, busca el bien de sus hijos, sobre todo de los más alejados y afligidos, hasta que encuentre su plenitud en el cuerpo glorioso de Cristo con todos sus miembros.
…Ese juicio, el juicio ya está en marcha, empieza ahora, en el transcurso de nuestra existencia.
Este juicio es pronunciado en cada instante de la vida, como respuesta de nuestra acogida con fe de la salvación presente y operante en Cristo, o bien de nuestra incredulidad, con la consiguiente cerrazón en nosotros mismos. Pero si nos cerramos al amor de Jesús, somos nosotros mismos los que nos condenamos, somos condenados por nosotros mismos. La salvación es abrirnos a Jesús y él nos salva.
El Señor Jesús se ha donado y sigue donándose a nosotros, para llenarnos de toda la misericordia y la gracia del Padre. Somos nosotros, por tanto, los que podemos convertirnos en cierto sentido en jueces de nosotros mismos, auto condenándonos a la exclusión de la comunión con Dios y con los hermanos, con la profunda soledad y tristeza que esto produce. No nos cansemos, por tanto, de vigilar nuestros pensamientos y nuestras actitudes, para pregustar desde ahora el calor y el esplendor del rostro de Dios.
Será bellísimo ese Dios que en la vida eterna contemplaremos en toda su plenitud. ¡Adelante! Pensando en ese juicio que comienza ahora, que ya ha empezado. ¡Adelante! Haciendo que nuestro corazón esté abierto a Jesús y a su salvación, y ¡Adelante! Sin tener miedo, porque el amor de Jesús es más grande, y si nosotros pedimos perdón por nuestros pecados él nos perdona. Jesús es así. ¡Adelante con esta certeza, que nos llevará a la gloria del cielo!