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Papa Francisco: La piedad nos lleva a vivir como Hijos de Dios y a amar al prójimo

EXTRACTO AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO 4 JUNIO 2014

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En la catequesis de hoy mencioné el don de la piedad. Esta palabra, “piedad”, no tiene aquí el sentido superficial con que a veces la utilizamos: tener lástima de alguien…

…sino que indica nuestra pertenencia a Dios y nuestro profundo vínculo con Él, un vínculo que da sentido a toda nuestra vida y nos mantiene unidos, en comunión con Él, incluso en los momentos más difíciles y atormentados.

1. … Se trata, de una relación vivida con el corazón: es nuestra amistad con Dios, que nos ha dado Jesús, una amistad que cambia nuestras vidas y nos llena de entusiasmo y alegría. Por esta razón, el don de la piedad suscita en nosotros, sobre todo, gratitud y alabanza.

…Cuando el Espíritu Santo nos hace sentir la presencia del Señor y de todo su amor por nosotros, nos reconforta el corazón y nos mueve de forma natural a la oración y la celebración.

Piedad, por tanto, es sinónimo de auténtico espíritu religioso, de confianza filial en Dios, de esa capacidad de rezarle con amor y sencillez que caracteriza a los humildes de corazón.

2. Si el don de la piedad nos hace crecer en la relación y en la comunión con Dios y nos lleva a vivir como sus hijos, al mismo tiempo nos ayuda a derramar este amor también sobre los otros y a reconocerlos como hermanos.

…De verdad seremos capaces de gozar con quien está alegre, de llorar con quien llora, de estar cerca de quien está solo o angustiado, de corregir a quien está en error, de consolar a quien está afligido, de acoger y socorrer a quien está necesitado. …El don de piedad que nos da el Espíritu Santo nos hace apacibles. Nos hace tranquilos, pacientes, en paz con Dios, al servicio de los otros con apacibilidad.

…En la Carta a los Romanos, el apóstol Pablo afirma: “Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios: “¡Abba, Padre!” (Rm 8, 14-15).

Pidamos al Señor que el don de su Espíritu pueda vencer nuestro temor, nuestras incertidumbres, incluso nuestro espíritu inquieto, impaciente y pueda hacernos testigos gozosos de Dios y de su amor. Adorando al Señor en la verdad y también en el servicio a los más cercanos a nosotros, con mansedumbre y también con la sonrisa, que siempre el Espíritu nos da en la alegría.

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