EXTRACTO DE LA AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO 22 DE ABRIL DE 2015
En la catequesis de hoy hemos reflexionado sobre el segundo capítulo del Génesis, donde leemos que Dios creó al hombre como culmen de toda la creación. En este relato, el hombre aparece por un momento sin la mujer, libre y señor, pero está solo, se siente solo. Dios mismo reconoce que esta realidad no es buena, que es una falta de plenitud y de comunión, por tanto decide crear a la mujer. El hombre la reconoce inmediatamente como alguien que le es recíproco y que lo complementa, no como un reflejo o una réplica de sí mismo…
La mujer no es una “replica” del hombre; viene directamente del gesto creador de Dios. La imagen de la “costilla” no expresa de ninguna manera inferioridad o subordinación sino, al contrario, que hombre y mujer son de la misma sustancia y son complementarios. También tienen esta reciprocidad.
Y el hecho de que – siempre en la parábola – Dios plasme la mujer mientras el hombre duerme, subraya precisamente que ella no es de ninguna manera creatura del hombre, sino de Dios…
La confianza de Dios en el hombre y en la mujer, a los cuales confía la tierra, es generosa, directa y plena. Pero es aquí que el maligno introduce en su mente la sospecha, la incredulidad, la desconfianza. Y finalmente, llega la desobediencia al mandamiento que los protegía. Caen en aquel delirio de omnipotencia que contamina todo y destruye la armonía…
…El pecado genera desconfianza y división entre el hombre y la mujer. Su relación será acechada por mil formas de prevaricación y de sometimiento, de seducción engañosa y de prepotencia humillante, hasta aquellas más dramáticas y violentas.
La historia trae consigo las huellas. Pensemos, por ejemplo, en los excesos negativos de las culturas patriarcales. Pensemos en las múltiples formas de machismo donde la mujer era considerada de segunda clase. Pensemos en la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino en la actual cultura mediática.
Pero pensemos también en la reciente epidemia de desconfianza, de escepticismo e incluso de hostilidad que se difunde en nuestra cultura –en particular a partir de una comprensible desconfianza de las mujeres –con respecto a una alianza entre hombre y mujer que sea capaz, al mismo tiempo, de afinar la intimidad de la comunión y de custodiar la dignidad de la diferencia…
…La devaluación social de la alianza estable y generativa del hombre y de la mujer es ciertamente una pérdida para todos. ¡Debemos revalorizar el matrimonio y la familia!
Y la Biblia dice una cosa bella: el hombre encuentra la mujer, ellos se encuentran, y el hombre debe dejar algo para encontrarla plenamente. Y por esto, el hombre dejará a su padre y a su madre para ir con ella… …Esto significa comenzar un camino. El hombre es todo para la mujer y la mujer es toda para el hombre.
Por lo tanto, la custodia de esta alianza del hombre y de la mujer, aun pecadores y heridos, confundidos y humillados, desalentados e inciertos, para nosotros creyentes es una vocación ardua y apasionante, en la condición actual.
El ejemplo de Dios misericordioso, que nunca abandona a la pareja que pecó, sino que cuida de ellos con ternura y amor paternal, debe avivar en los creyentes la vocación y el compromiso de proteger y sostener esta alianza de vida y amor que Dios ha querido para el hombre y la mujer.