Oración del viernes: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré»

Oración del viernes

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré»

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+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

Buen Jesús, te pido que estés presente en este momento de oración. Sabes bien de mis cansancios y dificultades, y por esto recurro a Ti para descansar en tu Sagrado Corazón. Que la gracia de este encuentro me permita salir renovado y fortalecido para continuar la lucha por la santidad.

 

Acto penitencial

– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).

Perdóname Señor por todos los momentos en que me alejo de Ti, y pretendo descansar en los falsos lugares que me ofrece el mundo para mi felicidad. Ilumíname con la Luz de tu Espíritu Santo, para que pueda ver con claridad, aprendiendo a reconocerte como mi Señor y mi auténtico descanso.

 

Lectura Bíblica: Jn 19, 31-37

Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua. El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: “No le quebrarán ninguno de sus huesos”. Y otro pasaje de la Escritura, dice: “Verán al que ellos mismos traspasaron”.

 

Lectura espiritual breve

Reflexionemos con las siguientes palabras de San Juan Pablo II:

La devoción al Sagrado Corazón, tal como se desarrolló en la Europa de hace dos siglos, bajo el impulso de las experiencias místicas de santa Margarita María Alacoque, fue la respuesta al rigorismo jansenista, que había acabado por desconocer la infinita misericordia de Dios. Hoy, a la humanidad reducida a una sola dimensión o, incluso, tentada de ceder a formas de nihilismo, si no teórico por lo menos práctico, la devoción al Corazón de Jesús le ofrece una propuesta de auténtica y armoniosa plenitud en la perspectiva de la esperanza que no defrauda. Hace más o menos un siglo, un conocido pensador denunció la muerte de Dios. Pues bien, precisamente del Corazón del Hijo de Dios, muerto en la cruz, ha brotado la fuente perenne de la vida que da esperanza a todo hombre. Del Corazón de Cristo crucificado nace la nueva humanidad, redimida del pecado. El hombre del año 2000 tiene necesidad del Corazón de Cristo para conocer a Dios y para conocerse a sí mismo; tiene necesidad de él para construir la civilización del amor. Os invito, por tanto, amadísimos hermanos y hermanas, a mirar con confianza al Sagrado Corazón de Jesús y a repetir a menudo, sobre todo durante este mes de junio: ¡Sacratísimo Corazón de Jesús, en ti confío!

 

 

Breve meditación personal

Haz silencio en tu interior y pregúntate:

1.- ¿Qué me dice el Evangelio que he leído?

2.- ¿Cómo ilumina mi vida?

3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?

4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?

 

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias mi Buen Señor por este momento de encuentro contigo. Gracias Señor por acompañarme y ayudarme a llevar mi cruz cada día, haciéndola una carga suave y ligera. Enséñame Señor a mantener mi mirada en Ti y, a permitir que me lleves en tus hombros como Buen Pastor, amoroso y siempre fiel. Amén.

(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…

 

Consagración a María

Pidámosle a María que nos acompañe siempre:

Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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