Oración del viernes: “Sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas”

Oración del viernes

“Sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas”

+  En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.

Oración Inicial

Buen Jesús, yo creo que Tú eres el Señor de la vida. Yo creo que Tú has venido a reconciliar todas mis rupturas y que me amas hasta el extremo. Te pido que, me ayudes a que mi humilde corazón se asemeje un poco más al tuyo, y que escuchando tu Palabra, pueda amar tanto como Tú mismo nos has amado.

Acto penitencial

– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).

Te pido perdón Señor por todos mis pecados. Son tantas las veces que he fallado contra Ti que me da vergüenza mirar tu rostro. Veo tu Corazón traspasado, y sé que han sido mis propios pecados los que te han llevado a la muerte en la Cruz. Pero también sé, que Tú has querido beber ese Caliz, para reconciliarme y para obtenerme la felicidad eterna. Ayúdame Señor a no pecar más contra Ti, y también a amarte con todas mis fuerzas y con todo mi corazón.

Lectura Bíblica según el Evangelio del día:“Sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas” (San Mateo 10,16-23)

Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas. Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre.

Lectura Espiritual breve

(Lee este texto del Santo Padre Benedicto XVI que te ayudará a profundizar el sentido del Evangelio).

La instauración del reino de Dios en la historia de la humanidad es la finalidad de la vocación y de la misión de los Apóstoles —y por lo tanto de la Iglesia— en todo el mundo (cf. Mc 16, 15; Mt 28, 19-20). Jesús sabía que esta misión, a la vez que su misión mesiánica, habría encontrado y suscitado fuertes oposiciones. Desde los primeros días en que envió a los Apóstoles a las primeras experiencias de colaboración con Él, les advertía: “Os envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas” (Mt 10, 16).

En el texto de Mateo se condensa también lo que Jesús habría dicho a continuación respecto a la suerte de sus misioneros (cf. Mt 10, 17-25); tema sobre el que vuelve en uno de últimos discursos polémicos con los “escribas y fariseos”, afirmando: “Por esto os envío yo profetas, sabios y escribas, y a unos los mataréis y los crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad…” (Mt 23, 34). Suerte que, por lo demás, ya les había tocado a los Profetas y a otros personajes de la Antigua Alianza, a los que se refiere el texto (cf. Mt 23, 35). Pero Jesús daba a sus seguidores la seguridad de la duración de su obra y de ellos mismos: et porta inferi non praevalebunt.

A pesar de las oposiciones y contradicciones que habría conocer en su devenir histórico, el reino de Dios, instaurado una vez para siempre en el mundo con el poder de Dios mismo mediante el Evangelio y el misterio pascual del Hijo, traería siempre no sólo los signos de su pasión y muerte, sino también el sello de su poder divino, que deslumbró en la resurrección. Lo demostraría la historia. Pero la certeza de los Apóstoles y de todos los creyentes está fundada en la revelación del poder divino de Cristo, histórico, escatológico y eterno, del que enseña el Concilio Vaticano II: “Cristo, haciéndose obediente hasta la muerte y habiendo sido por ello exaltado por el Padre (cf. Flp 2, 8-9), entró en la gloria de su reino. A Él están sometidas todas las cosas, hasta que Él se someta a Sí mismo y todo lo creado al Padre, a fin de que Dios sea todo en todas las cosas (cf. 1 Cor 15, 27-28)” (Lumen gentium, 39).

Breve meditación personal

– Haz silencio en tu interior y pregúntate:

1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Él?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias Señor por tu inmenso amor. Gracias por no mirar mi debilidad y por llamarme a ser un apóstol tuyo. Ayúdame a ser astuto como serpiente y sencillo como paloma anunciando tu Reino en todo tiempo y lugar.

Amén

– (Si quieres, puedes hacer pedirle al Señor por tus intenciones).

– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria...

Consagración a María

–  Termina esta oración rezándole a María.

Madre del Amor Misericordioso,
bien sabes que tu Hijo,
desde lo alto de la Cruz,
señaló el camino de la piadosa filiación
como aquel que deberíamos recorrer.
Te imploro me obtengas la gracia
de acercarme a tu Inmaculado Corazón,
desde mi propio corazón,
para aprender a amarte
y a honrarte
con el amor
que el Señor Jesús te tiene.
Cuida que este hijo tuyo
ingrese así
en el proceso de amorización
y vea algún día cumplida
la gran esperanza
de verse conformado
con el Salvador.
Amén.

+  En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.

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