Oración del viernes
“El que recibe la semilla en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende”
+ En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.
Oración Inicial
En este día, buen Jesús, quiero mostrarte mi amor y mi confianza. Sé que cuando estoy a tu lado, voy por caminos firmes. Pero deseo vivir cada vez más cerca de Ti, porque nos has creado para la comunión y la amistad contigo y sé que mi corazón está sediento de Ti. Que este momento de oración me ayude a nutrirme de Ti, que eres el alimento verdadero.
Acto penitencial
– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Padre bueno y misericordioso, sé que me has creado para la felicidad, pero muchas veces tomo caminos equivocados que me alejan de Ti. Pero sé que tu perdón es más grande que mis pecados. Ayúdame también a saber perdonar y a vivir la auténtica reconciliación que Tú me llamas a vivir.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día: “El que recibe la semilla en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende” (San Mateo 13,18-23)
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno”.
Lectura Espiritual breve
–(Lee el siguiente texto del Papa Benedicto XVI que te ayudará a profundizar el sentido del Evangelio).
¿Qué fruto da la semilla de la Palabra de Dios en la tierra de mi corazón? «El Señor arroja con abundancia y gratuidad la semilla de la Palabra de Dios, aun sabiendo que podrá encontrar una tierra inadecuada, que no le permitirá madurar a causa de la aridez, y que apagará su fuerza vital ahogándola entre zarzas. Con todo, el sembrador no se desalienta porque sabe que parte de esta semilla está destinada a caer en “tierra buena”, es decir, en corazones ardientes y capaces de acoger la Palabra con disponibilidad, para hacerla madurar en la perseverancia, de modo que dé fruto con generosidad para bien de muchos. […] Quien siembra en el corazón del hombre es siempre y sólo el Señor. Únicamente después de la siembra abundante y generosa de la Palabra de Dios podemos adentrarnos en los senderos de acompañar y educar, de formar y discernir. Todo ello va unido a esa pequeña semilla, don misterioso de la Providencia celestial, que irradia una fuerza extraordinaria, pues la Palabra de Dios es la que realiza eficazmente por sí misma lo que dice y desea. (Benedicto XVI, 21 de julio de 2009).
Breve meditación personal
– Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Él?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Señor Jesús, gracias porque sales a mi encuentro, a saciar mi hambre de infinito. Sólo Tú eres capaz de llenar esa sed de felicidad que tengo. Ayúdame a ser una tierra fértil para tu palabra, y que a semejanza de la semilla, pueda también crecer poco a poco en mi corazón y dar así mucho fruto.
Amén
– (Si quieres, puedes hacer pedirle al Señor por tus intenciones).
– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria...
Consagración a María
– Termina esta oración rezándole a María.
Madre del Amor Misericordioso,
bien sabes que tu Hijo,
desde lo alto de la Cruz,
señaló el camino de la piadosa filiación
como aquel que deberíamos recorrer.
Te imploro me obtengas la gracia
de acercarme a tu Inmaculado Corazón,
desde mi propio corazón,
para aprender a amarte
y a honrarte
con el amor
que el Señor Jesús te tiene.
Cuida que este hijo tuyo
ingrese así
en el proceso de amorización
y vea algún día cumplida
la gran esperanza
de verse conformado
con el Salvador.
Amén.
+ En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.