Oración del sábado
FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
“Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor Jesús, reconozco tu presencia en mi vida y te pido me acompañes particularmente en este momento de oración. Ilumíname para aprender a discernir tu plan de amor; fortaléceme para seguir tus caminos con docilidad y generosidad.
Acto penitencial
– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Tú, Señor, lo sabes todo. Sabes que muchas veces me he alejado de Ti, que he caminado por tierras lejanas a tu amor. Sin embargo, aquí estoy, Buen Señor, dispuesto una vez más a recibir tu perdón y a poner más de mi parte para vivir la verdadera vida, según tus enseñanzas.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día: “Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (San Juan 3,13-17.).
Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
Lectura espiritual breve
Meditemos:
Nuestro Señor fue pisoteado por la muerte, pero él, a su vez, pisoteó la muerte, trazando un camino que aplasta a la muerte. Se sometió a la muerte y la soportó deliberadamente para acabar con la obstinada muerte. En efecto, nuestro Señor “salió cargado con su cruz” (Jn 19,17). Pero desde la cruz gritó, llamando a los muertos que yacían en el abismo… Él es el admirable “hijo del carpintero” (Mt 13,55) que, sobre el carro de su cruz vino hasta la gola voraz del país de los muertos, y condujo así al género humano a la mansión de la vida (Col 1,13). Y la humanidad entera, que a causa del árbol del paraíso había sido precipitada en el abismo inferior, por otro árbol, el de la cruz, alcanzó la mansión de la vida. En el árbol pues en que había sido injertado un esqueje de muerte amarga, se injertó luego otro de vida feliz, para que reconozcamos en él al jefe ante el cual no resiste nada de lo que ha sido creado. ¡Gloria a ti que con tu cruz has echado un puente sobre el abismo de la muerte para que las almas pudieran pasar por él desde la región de la muerte a la región de la vida!… ¡Gloria a ti que asumiste el cuerpo de Adán, mortal, e hiciste de él fuente de vida para todos los mortales! ¡Sí, tú vives para siempre! Tus verdugos se comportaron contigo como unos agricultores: sembraron tu vida en las profundidades de la tierra como se entierra el grano de trigo, para que luego brotara e hiciera levantar con él a muchos granos (Jn 12,24). Venid, hagamos de nuestro amor como un incensario inmenso y universal; elevemos cánticos y plegarias a aquel que ha hecho de su cruz un incensario a la Divinidad y, por su sangre, nos ha colmado de riquezas. (San Efrén de Siria)
Breve meditación personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.-¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Te doy gracias Señor por todos tus dones, y especialmente por este momento de encuentro contigo. Tú te entregaste en lo alto de la Cruz para darme la reconciliación. ¡Qué gran amor nos tienes Buen Señor! ¿Cómo responder ante una entrega tan inmensa? Yo sé que soy una vasija de barro, pero aún así, tú me has querido salvar y me llamas a participar de tu amor. Que mi pequeñez, Señor, no sea nunca impedimento para que crea en tu poder infinito y en las maravillas que puedes obrar en mí. ¡Gracias por tu Cruz bendita!.
Amén.
– (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
– Pidamos la intercesión de nuestra Madre rezando:
Cuando Tú estás junto a mí me siento confiado y seguro.
Tu auxilio maternal me hace experimentar
el calor de tu ternura.
Acompáñame siempre, ¡oh Santísima!
Nunca te alejes de mí, incluso cuando yo
me muestre ingrato; apelo a tu comprensión
y perdón de Madre.
Tu dulce perseverancia será siempre
un ardoroso ejemplo
y un aliciente para mi fidelidad.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.