Oración del viernes
“¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios?”
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
“Envíame, Señor, tu luz y tu verdad” (Sal 42) en este momento de oración. Ayúdame a mantenerme en tu presencia y a poder interiorizar y poner por obra tu Palabra.
Acto penitencial
– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Tú sabes, Señor, que a pesar de que muchas veces me he alejado del buen camino, mi corazón anhela permanecer en Ti. Te pido perdón y estoy dispuesto a poner todo de mi parte para vivir según tus enseñanzas.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día: “¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios?” (San Marcos 4,26-34).
Y decía: “El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha”. También decía: “¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra”. Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.
Lectura espiritual breve
Meditación del Papa Benedicto XVI sobre el Evangelio que has leído:
«La imagen de la semilla es particularmente querida por Jesús, ya que expresa bien el misterio del reino de Dios. En las dos parábolas de hoy ese misterio representa un “crecimiento” y un “contraste”: el crecimiento que se realiza gracias al dinamismo presente en la semilla misma y el contraste que existe entre la pequeñez de la semilla y la grandeza de lo que produce. El mensaje es claro: el reino de Dios, aunque requiere nuestra colaboración, es ante todo don del Señor, gracia que precede al hombre y a sus obras. Nuestra pequeña fuerza, aparentemente impotente ante los problemas del mundo, si se suma a la de Dios no teme obstáculos, porque la victoria del Señor es segura. Es el milagro del amor de Dios, que hace germinar y crecer todas las semillas de bien diseminadas en la tierra. Y la experiencia de este milagro de amor nos hace ser optimistas, a pesar de las dificultades, los sufrimientos y el mal con que nos encontramos. La semilla brota y crece, porque la hace crecer el amor de Dios. Que la Virgen María, que acogió como “tierra buena” la semilla de la Palabra divina, fortalezca en nosotros esta fe y esta esperanza».
Breve meditación personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.-¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Gracias, Señor, por el amor infinito que tienes por mí. Gracias por el don de la fe que he recibido en mi bautismo y que, como la semilla, está llamado a crecer y desarrollarse en mi vida cristiana. Ayúdame a ser dócil a la acción de tu gracia, a no poner obstáculos y a saber cooperar contigo en el camino de mi santidad.
– (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
– Encomendémonos a nuestra Madre rezando:
Dios te salve,
Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve.
A Ti clamamos
los desterrados hijos de Eva;
a Ti suspiramos,
gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros
esos tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!
D- Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
T- Para que seamos dignos de alcanzar las promesas
de nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.