Oración del viernes
” Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas”
+ En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.
Oración Inicial
En este día, buen Jesús, quiero mostrarte mi amor y mi confianza. Sé que cuando estoy a tu lado, voy por caminos firmes. Pero deseo vivir cada vez más cerca de Ti, porque nos has creado para la comunión y la amistad contigo y sé que mi corazón está sediento de Ti. Que este momento de oración me ayude a nutrirme de Ti, que eres el alimento verdadero.
Acto penitencial
– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Padre bueno y misericordioso, sé que me has creado para la felicidad, pero muchas veces tomo caminos equivocados que me alejan de Ti. Pero sé que tu perdón es más grande que mis pecados. Ayúdame también a saber perdonar y a vivir aquello que me pides: “quiero misericordia y no sacrificios”.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día:“Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas” (San Mateo 12,1-8)
En aquel tiempo, Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: “Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado”. Pero él les respondió: “¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes? ¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta? Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado”.
Lectura Espiritual breve
–(Lee la siguiente reflexión que te ayudará a profundizar el sentido del Evangelio).
Jesús en este evangelio nos invita a fijar la mirada en una realidad impresionante: el hambre. Pero no es el hambre que sentimos después de un largo día de trabajo o después practicar un deporte durante varias horas. Se trata del hambre que mucha gente no reconoce: la felicidad. Cuántos de nosotros deseamos una vida más profunda. Tenemos hambre de Dios porque él nos creó para sí mismo. Quisiéramos amar más y ser más amados. Quisiéramos ser más felices y ver a los demás felices. Jesús mismo es el secreto de nuestra felicidad: él nos sacia. Es el pan que sacia un hambre espiritual que percibimos con poca facilidad. Cuando estamos con él, cuando pensamos en él, cuando lo amamos con actos concretos de amor, entonces nuestra vida tiene sentido y es cuando estamos alegres.
Breve meditación personal
– Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Él?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Señor Jesús, gracias porque sales a mi encuentro, a saciar mi hambre de infinito. Sólo Tú eres capaz de llenar esa sed de felicidad que tengo. Quiero compartir esta gran alegría con todos los que me rodean, ayúdame a vivir la caridad y el amor con los demás y que mi sacrificio sea tener un corazón lleno de misericordia para todos los que me necesiten.
Amén
– (Si quieres, puedes hacer pedirle al Señor por tus intenciones).
– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria...
Consagración a María
– Termina esta oración rezándole a María.
Madre del Amor Misericordioso,
bien sabes que tu Hijo,
desde lo alto de la Cruz,
señaló el camino de la piadosa filiación
como aquel que deberíamos recorrer.
Te imploro me obtengas la gracia
de acercarme a tu Inmaculado Corazón,
desde mi propio corazón,
para aprender a amarte
y a honrarte
con el amor
que el Señor Jesús te tiene.
Cuida que este hijo tuyo
ingrese así
en el proceso de amorización
y vea algún día cumplida
la gran esperanza
de verse conformado
con el Salvador.
Amén.
+ En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.