Oración del sábado: «Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo»

Oración del sábado

«Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo»   

johntb

+  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Señor, Tú iluminas mi caminar. Quiero pedirte en este momento de oración que con el fulgor de tu Palabra ilumines mi mente y corazón, y así pueda acogerla y hacer que ella se haga vida en mí.

Acto penitencial

– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).

Señor, reconozco que soy un pecador y he faltado contra Ti. Te pido perdón y me acojo a tu misericordia. Ayúdame a confiar en tu corazón benévolo que siempre perdona a quien en verdad se arrepiente. Y así pueda renovarme en la lucha por alcanzar la santidad.

Lectura Bíblica según el Evangelio del día: «Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo» (Jn 3,22-30)

Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y allí se estaba con ellos y bautizaba. Juan también estaba bautizando en Enón, cerca de Salín, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel. Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Fueron, pues, a Juan y le dijeron: «Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él». Juan respondió: Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo. Ustedes mismos me son testigos de que dije: «Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él». El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es preciso que él crezca y que yo disminuya.

 Lectura espiritual breve

Medita con las siguientes palabras del Beato Juan Pablo II:

En el terreno preparado por los profetas, el Nuevo Testamento presenta a Jesucristo como Esposo para el nuevo pueblo de Dios: él es «el Redentor, el Santo de Israel» previsto y anunciado desde antes; en él, el Cristo-Esposo, se han cumplido las profecías. El primero que presenta a Jesús a esta luz es Juan Bautista en su predicación a la orilla del Jordán: «Yo no soy el Cristo ―dice a los que le escuchan―, sino que he sido enviado delante de él. El que tiene a la esposa es el esposo; pero el amigo del esposo, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del esposo» (Jn 3,28-29). Como se ve, la tradición nupcial del Antiguo Testamento se manifiesta en la conciencia que este austero mensajero del Señor tiene de su misión con respecto a la identidad de Cristo. Él sabe quién es y «qué cosa le ha dado el cielo». Todo su servicio en medio del pueblo se dirige hacia el Esposo que ha de venir. Juan se presenta a sí mismo como «el amigo del esposo», y confiesa que su alegría más grande estriba en el hecho de que le ha sido concedido escuchar su voz. Por esta alegría está dispuesto a aceptar su propia «disminución», es decir, a dejar su lugar a aquel que ha de manifestarse, que es mayor que él, y por el cual está dispuesto a dar la vida, pues sabe que, según el designio divino de la salvación, ahora debe «crecer» el Esposo, «el Santo de Israel»: «Es preciso que él crezca y que yo disminuya» (Jn 3,30).

Breve meditación personal

– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)

1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?

2.- ¿Cómo ilumina mi vida?

3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?

4.-¿Qué me falta para ser más como Él?

Acción de gracias y peticiones personales

Buen Señor, tú te hiciste hombre para salvarnos y traernos la reconciliación. Tú nos indicas el camino de la propia conversión como algo irrenunciable para quien es discípulo tuyo. Te pido que me ayudes a convertirme en un cristiano cada vez más coherente y decidido, para que así pueda anunciarte ante el mundo con alegría y sin temor.

Amén.

– (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).

 – Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…

Consagración a María

–  Encomendémonos a nuestra Madre rezando:

Santa María,
Madre de la Esperanza,
junto a tu dulce Corazón
aprendo a esperar confiado.

Intercede
para que,
siguiendo tu ejemplo,
mi vida siempre
se encuentre afirmada
en la esperanza.
Amén.

+  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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