Oración del sábado
«El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura»
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor Jesús, Palabra hecha carne, te pido que me ilumines con tu Santo Espíritu, para que acogiendo lo que me digas a través del Evangelio, pueda convertirme cada vez más a Ti y responder con generosidad a lo que me pides. Que el meditar en la vida de Santa Rosa de Lima me aliente a crecer cada día en amor a Ti y a mis hermanos.
Acto penitencial
– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Te pido perdón Jesús por todos mis pecados. Me da tristeza tantas veces que te prometo ser fiel y no lo logro. Pero sé que tu misericordia es mayor que mis pecados. Por eso me confío a tu amoroso corazón, con la certeza de que sabrás acogerme, abrazarme y darme la gracia para levantarme nuevamente.
Lectura Bíblica: Mt 13,31-35
También les propuso otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas». Después les dijo esta otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa». Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: «Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo».
Lectura espiritual breve
Lee estas breves palabras del Papa San Juan Pablo II:
Por eso, Jesús compara el Reino con el grano de mostaza, la más pequeña de todas las semillas, pero destinada a convertirse en un árbol frondoso (ver Mt 13,31-32), o con la semilla que un hombre echa en la tierra: «duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo» (Mc 4,27). El Reino es gracia, amor de Dios al mundo, para nosotros fuente de serenidad y confianza: «No temas, pequeño rebaño —dice Jesús—, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino» (Lc 12,32). Los temores, los afanes y las angustias desaparecen, porque el reino de Dios está en medio de nosotros en la persona de Cristo (ver Lc 17,21). Con todo, el hombre no es un testigo inerte del ingreso de Dios en la historia. Jesús nos invita a “buscar” activamente «el reino de Dios y su justicia» y a considerar esta búsqueda como nuestra preocupación principal (ver Mt 6,33). A los que «creían que el reino de Dios aparecería de un momento a otro» (Lc 19,11), les recomienda una actitud activa en vez de una espera pasiva, contándoles la parábola de las diez minas encomendadas para hacerlas fructificar (ver Lc 19,12-27). Por su parte, el apóstol san Pablo declara que «el reino de Dios no es cuestión de comida o bebida, sino —ante todo— de justicia» (Rom 14,17) e insta a los fieles a poner sus miembros al servicio de la justicia con vistas a la santificación (ver Rom 6,13.19).
Breve meditación personal
Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1.- ¿Qué me dice el Evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Gracias Señor por este momento de oración y encuentro contigo. Que la vida de Santa Rosa me ayude a tomar conciencia de que sí puedo ser santo. Sé que tu gracia está a mi alcance, es cuestión de optar por Ti y caminar con valentía y fidelidad minuto a minuto. Dame la gracia de buscar tu Reino constantemente y no dejarme distraer por los falsos caminos que me ofrece el mundo. Amén.
(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.