Oración del sábado
“Mi alma canta la grandeza del Señor”
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Jesús, Tú te hiciste uno de nosotros y Te manifestaste de muchas maneras para reconocer que Tú eras nuestro salvador. Ayúdame a reconocerte también yo en esta oración, para que siguiendo tus palabras, pueda amarte cada días más.
Acto penitencial
– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Buen Señor, Tú has venido al mundo para salvarnos del pecado mostrándonos el camino a la felicidad que nunca se acaba. Pero yo muchas veces me alejo de Ti. Te pido con un corazón arrepentido que perdones todas mis faltas y pecados y me ayudes a ser un hijo fiel del Padre.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día: “A ti misma una espada te atravesará el corazón” San Lucas 2,22-35
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel”. Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: “Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos”.
Lectura espiritual breve
Meditación del Santo Padre:
La segunda palabra que quisiera meditar la pronuncia también el ángel: “No temas, María”, le dice. En realidad, había motivo para temer, porque llevar ahora el peso del mundo sobre sí, ser la madre del Rey universal, ser la madre del Hijo de Dios, constituía un gran peso, un peso muy superior a las fuerzas de un ser humano. Pero el ángel le dice: “No temas. Sí, tú llevas a Dios, pero Dios te lleva a ti. No temas”. Esta palabra, “No temas”, seguramente penetró a fondo en el corazón de María. Nosotros podemos imaginar que en diversas situaciones la Virgen recordaría esta palabra, la volvería a escuchar. En el momento en que Simeón le dice: “Este hijo tuyo será un signo de contradicción y una espada te traspasará el corazón”, en ese momento en que podía invadirla el temor, María recuerda la palabra del ángel, vuelve a escuchar su eco en su interior: “No temas, Dios te lleva”. (Benedicto XVI, 18 de diciembre de 2005)
Breve meditación personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Gracias Señor por esta oración. Gracias por mostrarme como tu Madre, a pesar de los anuncios de dolor, siempre estuvo a tu lado y no se dejó llevar por el temor ni por los sufrimientos. Ayúdame a se como Ella, para que mi compromiso cristiano sea cada vez más coherente y pueda amarte con el corazón y también con cada uno de mis actos.
Amén
– (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
– Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Santa María,
Madre del Señor Jesús y nuestra,
obténnos la presencia vivificante
del Espíritu,
y la gracia de andar siempre
por los caminos de Dios.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.