+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Aquí estoy nuevamente, Señor, para compartir contigo, para conocerte más y dejarme iluminar por tu Palabra. Te pido que me ayudes a estar en tu presencia y que me fortalezcas y alientes en la disposición de cambiar todo aquello que en mí no se asemeja a Ti.
Acto penitencial
– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Buen Jesús, Tú que has venido a traer el perdón a los pecadores, que viniste para estar con los enfermos y los necesitados, acógeme en tu perdón. Me presento ante Ti frágil y pecador, necesitado de tu abrazo de amor. Confío en tu misericordia y de todo corazón te pido perdón.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día: “Por sus frutos los reconocerán“ (San Mateo 7,15-20)
Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.
Lectura espiritual breve
Lee este texto del Padre Juan José Paniagua que te ayudará a profundizar el sentido del Evangelio:
Este pasaje nos recuerda a la parábola de Jesús de la vid y los sarmientos. Dice el Señor que Él es la vid, (el árbol de la uva) y nosotros los sarmientos (las ramas de las cuales vienen los frutos). Para que los sarmientos den fruto, tienen que estar unidos a la vid. Hoy el Señor nos dice: por sus frutos los concerán. Es importante recordar entonces, que para dar frutos buenos, hay que estar profundamente arraigados al árbol bueno, que es Cristo. El que está íntimamente unido al Señor, va a dar frutos buenos en abundancia.
Es verdad que uno puede ser buena persona sin necesidad de ser creyente, puede ayudar a los demás, puede ser una persona que no mata ni roba a nadie. Pero Dios nos pide algo mucho más grande. No nos pide solo ser buenas personas, nos pide ser santos. La santidad es el gran fruto que el Señor nos pide dar. Y ese es un fruto que no se logra solo por las propias fuerzas, de manera autónoma. El mundo quiere convencernos que se puede ser todo lo que uno quiera por sus propios medios, sin deberle nada a nadie, solo si te lo propones. Por eso dice el Evangelio de hoy: “Guardaos de los falsos profetas”. Para vivir la caridad de manera heroica, para perdonar de corazón al que nos ha ofendido gravemente, para vivir la misericordia con el prójimo, para ser luz en medio del mundo, necesitamos estar unidos a Dios, que es la fuente misma del amor. Porque estar unido a Dios no significa ser una persona excelente, perfecta, que no se equivoca y que todo el mundo admira. El primer fruto de la unión con Dios es la conversión, es ir transformando humildemente el corazón. Ir convirtiendo el corazón de piedra, en un corazón de carne, es tener la humildad para pedir perdón cuando nos hemos equivocado, y luego la valentía para ponernos de pie y seguir este combate de la mano del Señor.
Breve meditación personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1. ¿Cuáles son los frutos buenos que Dios me pide dar en este tiempo?
2. ¿Qué tengo que cambiar o mejorar en mi vida para poder dar esos frutos que Dios me pide?
Acción de gracias y peticiones personales
Te doy gracias Señor por este momento de oración, por la oportunidad que me das de aprender de Ti, de conocerte más, de profundizar nuestra amistad. Te pido que me ayudes a ser generoso con mi prójimo y dar siempre sin esperar recibir algo a cambio. Quiero, Señor, dar ese fruto abundante que Tú esperas de mí. Amén.
– (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
– Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Santa María,
ayúdame a esforzarme
según el máximo de mi capacidad
y el máximo de mis posibilidades
para así responder al Plan de Dios
en todas las circunstancias
concretas de mi vida.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.