Oración del miércoles
“¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?”
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Buen Jesús, que estás siempre atento a mis súplicas y dispuesto a escucharme, te pido que derrames sobre mí la gracia de tu Santo Espíritu para que abra mi mente y corazón a tu Palabra que quiere entrar cada vez más hondo en mí.
Acto penitencial
– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Aquí estoy Señor Jesús, y como uno de los diez leprosos del Evangelio de hoy, te pido que tengas compasión de mí pues me reconozco pecador. Soy consciente que muchas veces he cerrado mi corazón a tu Amor y por eso espero confiado tu perdón y misericordia.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día: “¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?” (Lucas 17, 11-19)
En aquel tiempo, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. Al verlos, les dijo: “Id a presentaros a los sacerdotes”. Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: “¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?” Y le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.
Lectura espiritual breve
Dejémonos iluminar por las palabras del Papa Benedicto XVI:
El encuentro de Jesús con los diez leprosos, descrito en el Evangelio de san Lucas (cf. Lc 17, 11-19), y en particular las palabras que el Señor dirige a uno de ellos: “¡Levántate, vete; tu fe te ha salvado!” (v. 19), ayudan a tomar conciencia de la importancia de la fe para quienes, agobiados por el sufrimiento y la enfermedad, se acercan al Señor. En el encuentro con él, pueden experimentar realmente que ¡quien cree no está nunca solo! En efecto, Dios por medio de su Hijo, no nos abandona en nuestras angustias y sufrimientos, está junto a nosotros, nos ayuda a llevarlas y desea curar nuestro corazón en lo más profundo (cf. Mc 2, 1-12). La fe de aquel leproso que, a diferencia de los otros, al verse sanado, vuelve enseguida a Jesús lleno de asombro y de alegría para manifestarle su reconocimiento, deja entrever que la salud recuperada es signo de algo más precioso que la simple curación física, es signo de la salvación que Dios nos da a través de Cristo, y que se expresa con las palabras de Jesús: tu fe te ha salvado. Quien invoca al Señor en su sufrimiento y enfermedad, está seguro de que su amor no le abandona nunca, y de que el amor de la Iglesia, que continúa en el tiempo su obra de salvación, nunca le faltará. La curación física, expresión de la salvación más profunda, revela así la importancia que el hombre, en su integridad de alma y cuerpo, tiene para el Señor.
Breve meditación personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Gracias Señor porque Tú sales a mi encuentro en el camino de la vida, pones sobre mí tu mirada de amor y curas con la fuerza de la Cruz todas mis enfermedades y pecados. Gracias Señor por tanto amor que me muestras día a día. Te pido que me ayudes a tener un corazón agradecido para alabarte siempre por todas tus bondades.
Amén
– (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
– Termina esta oración rezándole a María:
Santa María,
ayúdame a esforzarme
según el máximo de mi capacidad
y el máximo de mis posibilidades
para así responder al Plan de Dios
en todas las circunstancias
concretas de mi vida.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.