Oración del miércoles
“¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!”
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor, al iniciar este momento de oración te pido me ayudes a estar en tu presencia y a abrirme a la luz de tu Espíritu para acoger lo que quieras decirme. Ilumíname para caminar por un sendero de servicio a tu Plan Divino de Amor, de vivir tus bienaventuranzas y así llegar a tu Reino.
Acto penitencial
– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Puesto en tu presencia, Señor mío, tomo conciencia de las muchas oportunidades que pierdo para ser un cristiano coherente y serte fiel. Cuantas veces, Señor, me esfuerzo en cosas que no tienen sentido, y que incluso me alejan de ti. Ayúdame a acoger tu misericordia, y a renovar mis esfuerzos por vivir según tus mandatos, por ser un auténtico hijo del Padre.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día: “¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!” (Lucas 6,20-26).
Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: “¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!
Lectura espiritual breve
Medita este texto del Papa León XIII:
Los desfavorecidos aprenden de la Iglesia que, según el juicio del mismo Dios, la pobreza no es un oprobio, y que no deben enrojecer por el hecho de tener que ganar el pan con su trabajo. Esto es lo que Cristo nuestro Señor confirmó con su ejemplo, él que «siendo rico, se hizo pobre» (2C 8,9) para la salvación de los hombres; el cual, siendo Hijo de Dios y Dios él mismo, quiso ser tenido a los ojos del mundo por hijo de un obrero; y llegó a pasar gran parte de su vida trabajando para ganarse la vida. «¿No es este el hijo del carpintero, el hijo de María?» (Mc 6,3). Cualquiera que tenga bajo su mirada este modelo divino comprenderá fácilmente lo que queremos decir: la verdadera dignidad del hombre y su excelencia residen en su forma de obrar, es decir, en la virtud; la virtud es patrimonio común de los mortales, al alcance de todos, de los pequeños como de los mayores, de los pobres como de los ricos; tan solo la virtud y los méritos, donde sea que se encuentren, obtendrán la recompensa de la bienaventuranza eterna. Aún más, es hacia las clases infortunadas que el corazón de Dios parece inclinarse con predilección. Jesucristo llama bienaventurados a los pobres; invita con amor a ir hacia él a todos los que sufren y lloran para consolarlos (Mt 11,28); abraza con más tierna caridad a los pequeños y oprimidos. Ciertamente que estas doctrinas están hechas para humillar al alma altiva de los ricos y volverlos más compasivos, para levantar el ánimo de los que sufren y llamarlos a la confianza. Podrían ellas disminuir la distancia que el orgullo se complace en mantener; sin dificultad se llegaría a que los dos lados se dieran la mano y las voluntades se unieran en una misma amistad. (Papa León XIII)
Breve meditación personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.-¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Gracias Señor por este momento de oración. Gracias Amigo Bueno por darme las bienaventurazas como un camino a seguir. Ayúdame a ser de los pobres del Evangelio, de los que lloran, de los que son perseguidos a causa de la justicia. Que yo no tema las tribulaciones del mundo, sino que confíe siempre en tus promesas y en la llegada de tu Reino.
Amén.
– (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
– Termina esta oración rezándole a María:
Coros celestes cantan y alaban
a nuestra Señora que sube a los cielos.
La vi tan bella como la aurora,
cual sol refulgente en medio del cielo.
¡La vi tan bella! La vi radiante,
reinando en el cielo muy cerca de Dios.
Virgen María, Reina del Cielo,
¡oh llena de gracia, ruega por nosotros!
Que por los siglos, Virgen María,
los pueblos alaben a Cristo, tu Hijo.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.