Oración del miércoles
“Él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos”
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor Dios mío, al iniciar este momento de oración te pido me ayudes a estar en tu presencia, a abrirme a la luz de tu Espíritu para profundizar en mi relación contigo. Ilumíname para caminar por un sendero de servicio a tu Plan Divino de Amor, de respuesta a tu invitación de trabajar en tu viña y procurar la extensión de tu Reino.
Acto penitencial
– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Puesto en tu presencia, Señor Dios mío, tomo conciencia de las muchas oportunidades que pierdo para ser un cristiano coherente y serte fiel. Cuantas veces, Señor, me esfuerzo en cosas que no tienen sentido, y que incluso me alejan de ti. Ayúdame a acoger tu misericordia, y a renovar mis esfuerzos por vivir según tus mandatos, por ser un auténtico hijo del Padre.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día: “Él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos” (San Lucas 4,38-44).
Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos. Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. De muchos salían demonios, gritando: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: “También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado”. Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.
Lectura espiritual breve
Medita este texto del Santo Padre:
El Evangelio nos presenta a Jesús que cura a los enfermos: primero a la suegra de Simón Pedro, que estaba en cama con fiebre, y Él, tomándola de la mano, la sanó y la levantó; y luego a todos los enfermos en Cafarnaún, probados en el cuerpo, en la mente y en el espíritu; Él “curó a muchos… y expulsó muchos demonios”. Los cuatro evangelistas coinciden en testimoniar que la liberación de enfermedades y padecimientos de cualquier tipo, constituían, junto con la predicación, la principal actividad de Jesús en su vida pública. De hecho, las enfermedades son un signo de la acción del mal en el mundo y en el hombre, mientras que las curaciones demuestran que el Reino de Dios -y Dios mismo-, está cerca. Jesucristo vino para vencer el mal desde la raíz, y las curaciones son un anticipo de su victoria, obtenida con su muerte y resurrección. (S.S. Benedicto XVI)
Breve meditación personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.-¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Gracias Señor por este momento de oración. Gracias por mostrarme como Tú siempre luchas contra todo tipo de mal y procuras nuestro bien. Ayúdame Señor a luchar con esa misma radicalidad contra todo lo que se oponga a tu bondad y así poder participar de tu victoria en la vida eterna.
Amén.
– (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
– Termina esta oración rezándole a María:
Coros celestes cantan y alaban
a nuestra Señora que sube a los cielos.
La vi tan bella como la aurora,
cual sol refulgente en medio del cielo.
¡La vi tan bella! La vi radiante,
reinando en el cielo muy cerca de Dios.
Virgen María, Reina del Cielo,
¡oh llena de gracia, ruega por nosotros!
Que por los siglos, Virgen María,
los pueblos alaben a Cristo, tu Hijo.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.