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Oración del miércoles: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios?»

Oración del miércoles

«¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios?»

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+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

Señor Jesús, te doy infinitas gracias por este momento en que puedo escucharte y aprender de Ti para poder seguirte más de cerca. Que este sea un espacio de encuentro verdadero en el que pueda recordar que siempre me ofreces la gracia para poder convertirme y crecer en tu amor.

 

Acto penitencial

– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).

Reconozco Señor todas las veces en que te doy la espalda. Muchas veces en pequeñas y grandes cosas rompo mi promesa de seguirte fielmente. Ayúdame a que mi conversión sea cada vez más sincera; conviérteme Señor y ten misericordia de este pobre pecador.

 

Lectura Bíblica: Mt 8,28-34

Llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos. Desde los sepulcros dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Y le dijeron a gritos: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?» A cierta distancia, una gran piara de cerdos estaba paciendo. Los demonios le rogaron: «Si nos echas, mándanos a la piara». Jesús les dijo: «Id». Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo al mar y murieron en las aguas. Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.

 

Lectura espiritual breve

Nos dice el Papa Pablo VI:

El problema del mal, visto en su complejidad y en su absurdidad respecto a nuestra unilateral racionalidad, se hace obsesión. Ello constituye la dificultad más fuerte para nuestra inteligencia religiosa del cosmos. Por eso San Agustín sufrió durante años: «Quaerebam unde malum, et non erat exitus», yo buscaba de donde proviniese el mal y no encontraba explicación. Aquí vemos la importancia que tiene la advertencia del mal para nuestra correcta comprensión cristiana del mundo, de la vida, de la salvación. Primero en el desarrollo de la historia evangélica al principio de la vida pública: ¿Quién no recuerda la página densísima de significados de la triple tentación de Cristo? Después en tantos otros episodios evangélicos, en los cuales el Demonio cruza los pasos del Señor y figura en sus enseñanzas (Mt 12,43). ¿Y cómo no recordar que Cristo, refiriéndose tres veces al Demonio, como su adversario lo cualifica como «príncipe de este mundo» (Jn 12,31; 14,30; 16,11)? Y la incumbencia de esta nefasta presencia es señalada en muchísimos pasajes del Nuevo Testamento. San Pablo lo llama «el dios de este mundo» (2Cor 4,4) y nos pone sobre aviso acerca de la lucha contra las tinieblas, que nosotros los cristianos debemos sostener no con un solo Demonio, sino con una temerosa pluralidad: «Revestíos, dice el Apóstol, de la armadura de Dios para poder afrontar las insidias del diablo, porque nuestra lucha no es solamente con sangre y con la carne, sino contra los Principados y las Potestades, contra los dominadores de las tinieblas, contra los espíritus malignos del aire» (Ef 6,11-12).

 

Breve meditación personal

Haz silencio en tu interior y pregúntate:

1.- ¿Qué me dice el Evangelio que he leído?

2.- ¿Cómo ilumina mi vida?

3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?

4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?

 

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias Señor por este momento de oración en el que renuevo mi opción por Ti. Sé que el camino de la vida cristiana no es fácil y que la verdadera felicidad exige verdaderas renuncias. Te pido que me ayudes con el auxilio de tu gracia para poder perseverar con fortaleza y alegría, y así llegar a vivir la comunión eterna a la que me convocas.

(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…

 

Consagración a María

Pidámosle a María que nos acompañe siempre:

Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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