+ En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.
Oración inicial
Buen Jesús, gracias por esta Semana que comienza. Gracias por salir a mi encuentro y ayudarme a empezarla contigo. Te pido Señor que pueda escuchar tu Palabra de Vida, y dejándo que Ella actúe en mi corazón, pueda convertirme cada día en un discípulo más plenamente tuyo y así anunciar tu Reino al mundo entero.
Acto penitencial
– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Señor Jesús, a Ti que te hiciste hombre no para juzgarnos, sino para reconciliarnos con tu amor, te pido perdón por todos mis pecados y omisiones. Yo se que soy débil y pecador, pero sé también, que para quién se confía en Ti, todo le es posible. Por eso Señor pongo en Ti toda mi confianza y te ruego que me ayudes a luchar con fortaleza y radicalidad contra la tentación y contra todo mal. Gracias Señor.
Lectura bíblica del Evangelio del día: “Maestro, te seguiré adonde vayas” (San Mateo 8,18-22)
Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla. Entonces se aproximó un escriba y le dijo: “Maestro, te seguiré adonde vayas”. Jesús le respondió: “Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. Otro de sus discípulos le dijo: “Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre”. Pero Jesús le respondió: “Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos”.
Lectura espiritual breve
Lee este texto del Padre Sebastián Correa que te ayudará a profundizar el sentido del Evangelio:
Ante la pregunta del escriba, Jesús respondió: “El hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza”. Manifestó así que el discipulado no trae consigo ni riquezas ni seguridades. Y es que la bienaventuranza sobre los “pobres de espíritu” es una realidad para los que siguen a Cristo. Muchas veces en el camino vamos apegando nuestros corazones a muchas cosas materiales, y ponemos nuestra seguridad en ellas. ¿Pero eso fue lo que hizo Jesús? Ciertamente no. El Señor nos enseña que nuestro destino es eterno, y por lo mismo, nuestra mirada, decisiones y nuestro propio corazón debe estar puesto en la eternidad. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si haciéndolo pierde su alma?
Breve meditación personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿A qué cosas materiales puedo tener apegado mi corazón?
2.- ¿Cómo vivo la pobreza de espíritu que enseña el Señor en las bienaventuranzas?
3.- ¿Qué cosa concreta se me ocurre que podría cambiar?
Acción de gracias y peticiones
Gracias Buen Señor. Gracias por tu reconciliación y por el amor que me tienes. Tú que no viniste a juzgarme, ni ha mirar mi indignidad, sino que te hiciste hombre y moriste para reconciliarme, ayúdame a seguirte fielmente viviendo auténticamente la vida cristiana, renunciando a todo lo que es muerte para vivir contigo la verdadera vida.
Amén.
– (Si quieres, puedes hacer pedirle al Señor por tus intenciones).
– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria...
Consagración a María
– Termina esta oración rezándole a Santa María.
¡Cuando Tú estás junto a mí
me siento confiado y seguro.
Tu auxilio maternal
me hace experimentar
el calor de tu ternura.
Acompáñame siempre,
¡oh Santísima!
Nunca te alejes de mí,
incluso cuando yo
me muestre ingrato;
apelo a tu comprensión
y perdón de Madre.
Tu dulce perseverancia
será siempre
un ardoroso ejemplo
y un aliciente para mi fidelidad.
Amén.
+ En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.