Oración del jueves
“Sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor”
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor, te agradezco la oportunidad que me das, de ponerme un día más en tu presencia. Te ruego Señor, con un corazón dispuesto a acogerte, que me ayudes a profundizar en tu palabra, en tu verdad y que también me permitas siempre, vivir cumpliendo con alegría tu Plan.
Acto penitencial
– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Señor Jesús, quiero también al comenzar mi oración expresarte mi amor porque sé que perdonas mucho a quien mucho ama. Reconozco que tienes un corazón bueno y compasivo, y por eso pongo ante Ti, mis caídas y pecados, con la firme esperanza que tu misericordia me sanará y transformará mi corazón en uno cada vez más parecido al tuyo.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día: “Sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor” (San Lucas 7,36-50).
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: “Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!”. Pero Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. “Di, Maestro!”, respondió él. ”Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?”. Simón contestó: “Pienso que aquel a quien perdonó más”. Jesús le dijo: “Has juzgado bien”. Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor”. Después dijo a la mujer: “Tus pecados te son perdonados”. Los invitados pensaron: “¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?”. Pero Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”.
Lectura espiritual breve
Nos dice San Macario:
Acojamos a nuestro Dios y Salvador, el verdadero médico, el único capaz de curar nuestras almas, él que tanto sufrió por nosotros. Llama sin cesar a la puerta de nuestro corazón para que le abramos y le dejemos entrar, para que descanse en nuestras almas, nos lave los pies y los envuelva de perfume y se quede con nosotros. En un lugar del evangelio, Jesús reprende a uno que no le había lavado los pies, y en otro lugar dice: “Mira que estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa…” (Ap 3,20) Por esto ha soportado tantos sufrimientos, ha entregado su cuerpo a la muerte y nos ha rescatado de la esclavitud: para venir a nosotros y morar en nosotros.
Por esto, el Señor dice a los que en el día del juicio estarán a su izquierda, condenados al infierno: “Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me alojasteis; estaba desnudo y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.” (Mt 25,42-43) Porque su alimento, su bebida, su vestido, su techo, su descanso están en nuestro corazón. De ahí que está llamando sin cesar, queriendo entrar. Acojámosle, pues, e introduzcámosle dentro de nosotros, ya que él es también nuestro alimento, nuestra bebida, nuestra vida eterna.
Y toda persona que no lo acoge ahora en su interior, para que ahí descanse, o mejor dicho, para que ella descanse en él, no heredará el Reino de los cielos con los santos; no podrá entrar en la ciudad celestial. Pero tú, Señor Jesucristo, danos poder entrar para gloria de tu nombre, junto con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Breve meditación personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.-¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Gracias Señor porque así como entraste en la casa de los fariseos y te sentaste a la mesa con los pecadores, también has querido entrar en mi casa y comer conmigo, has querido compartir lo más sencillo y lo mas intimo, has querido compartir todo conmigo. Te pido que pueda reconocer siempre tu presencia cercana y amorosa, que pueda reconocer en todo momento tu voz que me invita a la santidad, y escuchándola que pueda responder a tu palabra con mucha coherencia y radicalidad.
Amén.
– (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
– Pidámosle a María que nos ayude a vivir el perdón en nuestra vida rezando esta oración:
Madre de la Misericordia,
tu corazón bondadoso
rebosa de clemencia,
por ello te imploro
que me obtengas el perdón
por los muchos males
que he hecho,
y también,
¡oh Madre!
enséñame a perdonar como Tú,
que ante tantos males
que te hicieron,
hasta arrebatar de tu lado
a tu divino Hijo,
siempre respondiste
con el más magnánimo perdón.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.