Oración del jueves: “Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo”

Oración del jueves

“Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo”

+  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Señor, me pongo en tu presencia y te pido que me ayudes a poner toda mi mente y corazón en este momento de oración. Sé que Tú siempre estás conmigo y que los frutos del encuentro contigo son un don de tu amor que yo me esforzaré por atesorar y llevar a la práctica.

Acto penitencial

– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).

Cuando miro, Señor, mi fragilidad y mi pecado, qué fácil puedo caer en el desaliento. Pero me sostiene la firme esperanza de que tu amor y tu misericordia son siempre más grandes que mi pecado. Eres un Padre amoroso, que me espera con los brazos abiertos para perdonarme. A Ti, Señor, me entrego y en Ti confío.

Lectura Bíblica según el Evangelio del día:  “Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo” (San Mateo 24,42-51).

Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. ¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno? Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si es un mal servidor, que piensa: ‘Mi señor tardará’, y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.

Lectura espiritual breve

Profundicemos en la Palabra de Jesús ayudados por este texto del Papa Benedicto XVI:

La vida cristiana “es un combate que implica a toda la persona y exige una atenta y constante vigilancia. San Agustín afirma que quien quiere caminar en el amor de Dios y en su misericordia no puede contentarse con evitar los pecados graves y mortales, sino que „hace la verdad reconociendo también los pecados que se consideran menos graves (…) y va a la luz realizando obras dignas. También los pecados menos graves, si nos descuidamos, proliferan y producen la muerte‟ (In Io. evang. 12, 13, 35). Por consiguiente, (…) la vida cristiana es un combate sin pausa, en el que se deben usar las „armas‟ de la oración, el ayuno y la penitencia. Combatir contra el mal, contra cualquier forma de egoísmo y de odio, y morir a sí mismos para vivir en Dios es el itinerario ascético que todos los discípulos de Jesús están llamados a recorrer con humildad y paciencia, con generosidad y perseverancia” (Benedicto XVI, 1 de marzo de 2006)

 Breve meditación personal

– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)

1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?

2.- ¿Cómo ilumina mi vida?

3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?

4.-¿Qué me falta para ser más como Él?

Acción de gracias y peticiones personales

Señor Jesús, te doy gracias por el don de la Fe. Te agradezco de todo corazón por ayudarme a creer en Ti, que eres la única Palabra de vida Eterna. Ayúdame a mantenerme siempre en vela como el siervo fiel, para que con humildad y paciencia, pueda avanzar cada vez más en mi camino de santidad.

Amén.

– (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).

 – Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…

Consagración a María

–  Pidámosle a María que nos ayude a vivir el perdón en nuestra vida rezando esta oración:

Madre de la Misericordia,
tu corazón bondadoso
rebosa de clemencia,
por ello te imploro
que me obtengas el perdón
por los muchos males
que he hecho,
y también,
¡oh Madre!
enséñame a perdonar como Tú,
que ante tantos males
que te hicieron,
hasta arrebatar de tu lado
a tu divino Hijo,
siempre respondiste
con el más magnánimo perdón.
Amén.

+  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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