Por Kenneth Pierce
En la Santísima Virgen María encontramos uno de los más bellos modelos de la filadefía. La visita a su prima Isabel es paradigmático ejemplo de este “amor fraternal” que sale al encuentro de aquellas personas especialmente cercanas y se expresa en obras concretas de servicio y anuncio evangelizador.
En las alturas de Judá, donde vivía Isabel, Santa María, quien lleva en su seno al Señor Jesús, atiende solícita y fraternalmente a su prima, a la vez que la evangeliza, ejemplificando en su actuar la vivencia de esta cualidad tan propia de la vida del cristiano.
Su vivencia del amor fraterno con Isabel se da en lo cotidiano, en lo sencillo, en las actividades típicas de cada día, llenas de un profundo amor que tiene a Dios como origen y alcanza a las personas que la rodean.
Santa María no se deja detener por las naturales molestias que su propia preñez le podía ocasionar, sino que es generosa en su entrega y en su vivencia del servicio, con un amor fraterno profundo y gozoso. La ternura de María ilumina nuestra vivencia del amor fraterno, y nos ayuda a impregnar de cordialidad las relaciones con nuestros seres queridos.