madre-de-la-fe

Francisco: María es la Madre de la esperanza

El Papa Francisco hace un edificante recorrido por la vida de María y nos la señala como modelo de fe y esperanza. Vale la pena meditar e interiorizar sus palabras:

María es la madre de la esperanza, la imagen más expresiva de la esperanza cristiana. Toda su vida es un conjunto de actitudes de esperanza, comenzando por el «sí» en el momento de la anunciación. María no sabía cómo podría llegar a ser madre, pero se confió totalmente al misterio que estaba por realizarse, y llegó a ser la mujer de la espera y de la esperanza. Luego la vemos en Belén, donde nace en la pobreza Aquél que le fue anunciado como el Salvador de Israel y como el Mesías. A continuación, mientras se encuentra en Jerusalén para presentarlo en el templo, con la alegría de los ancianos Simeón y Ana, tiene lugar también la promesa de una espada que le atravesaría el corazón y la profecía de un signo de contradicción. Ella se da cuenta de que la misión y la identidad misma de ese Hijo, superan su ser madre. Llegamos luego al episodio de Jesús que se pierde en Jerusalén y le buscan: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así?» (Lc 2, 48), y la respuesta de Jesús que se aparta de las preocupaciones maternas y se vuelve a las cosas del Padre celestial.

Sin embargo, ante todas estas dificultades y sorpresas del proyecto de Dios, la esperanza de la Virgen no vacila nunca. Mujer de esperanza. Esto nos dice que la esperanza se alimenta de escucha, contemplación y paciencia, para que maduren los tiempos del Señor. También en las bodas de Caná, María es la madre de la esperanza, que la hace atenta y solícita por las cosas humanas. Con el inicio de la vida pública, Jesús se convierte en el Maestro y el Mesías: la Virgen contempla la misión del Hijo con júbilo pero también con inquietud, porque Jesús se convierte cada vez más en ese signo de contradicción que el anciano Simeón ya le había anunciado. A los pies de la cruz, es mujer del dolor y, al mismo tiempo, de la espera vigilante de un misterio, más grande que el dolor, que está por realizarse. Todo parece verdaderamente acabado; toda esperanza podría decirse apagada. También ella, en ese momento, recordando las promesas de la anunciación habría podido decir: no se cumplieron, he sido engañada. Pero no lo dijo. Sin embargo ella, bienaventurada porque ha creído, por su fe ve nacer el futuro nuevo y espera con esperanza el mañana de Dios. A veces pienso: ¿sabemos esperar el mañana de Dios? ¿O queremos el hoy? El mañana de Dios para ella es el alba de la mañana de Pascua, de ese primer día de la semana. Nos hará bien pensar, en la contemplación, en el abrazo del hijo con la madre. La única lámpara encendida en el sepulcro de Jesús es la esperanza de la madre, que en ese momento es la esperanza de toda la humanidad.

Comentarios

Comentarios

Comparte esta publicación

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin
Share on pinterest
Share on print
Share on email