Domingo con Xto: ¿Estamos en sintonía con los pensamientos de Jesús?

Por Ignacio Blanco

¿Estamos en sintonía con los pensamientos de Jesús?

La palabra “sintonía” es interesante en su definición. Implica armonía, entendimiento entre dos o más personas, adaptación. Se usa también para significar la relación que tiene que haber entre dos sistemas (emisor y receptor) para que se dé la comunicación. Es, por ejemplo, lo que sucede cada vez que sintonizamos una estación en la radio. Hasta donde la analogía lo permite, el Evangelio de este Domingo nos invita a preguntarnos qué tan dispuestos estamos interiormente para escuchar y acoger la Palabra de Vida. ¿Sintonizamos con Jesús?

En la narración del evangelista Marcos, por segunda vez el Señor Jesús les explica a los apóstoles que iba a ser entregado a manos de los hombres, que iba a sufrir, morir y luego resucitar al tercer día. La primera vez Pedro quiso interponerse en el camino de Jesús a la Cruz; esta vez vemos cómo son todos los discípulos quienes no logran comprender lo que Jesús estaba tratando de enseñarles. Por el contrario, mientras iban caminando sostuvieron una discusión sobre quién de ellos era el más grande, el “mayor”.  Con sutileza y reverencia, el Señor les pregunta: «¿De qué hablaban en el camino?», evidenciando así su “falta de sintonía” con lo que Él estaba tratando de enseñarles. El Señor les hablaba de lo que iba a suceder una vez que subieran a Jerusalén, de esos días terribles de su Pasión y Muerte que Él sabía que se acercaban, así como de su Resurrección; y los discípulos discutían sobre quién sería el más grande. Tal vez llevados todavía por una visión terrena de lo que debía hacer el Mesías esperado (donde el sufrimiento y la muerte eran inaceptables), tal vez simplemente embriagados por el deseo de grandeza, el hecho es que no logran entender lo que Jesús les quiere decir.

«¿De qué hablaban en el camino?». Ante la pregunta los discípulos callan. Algo han conocido de los modos y maneras del Señor, y deben haber vislumbrado que se venía una enseñanza sustancial. Y así fue, puesto que Jesús —dice el Evangelio— «sentándose, llamó a los Doce y les dijo: “El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”».

Sopesemos el gesto tan significativo de Jesús. Hace un alto en el camino, se sienta y reúne a los doce para enseñarles. Se había dado cuenta perfectamente de que sus seguidores más cercanos aún no lograban asimilar lo que Él, poco a poco, estaba enseñándoles. Por eso es que genera ese espacio, en medio del camino, para ayudarlos a sintonizar. ¿No es, en un sentido, lo mismo que sucede todos los domingos cuando acudimos a la Eucaristía? ¿No es un alto en el camino en el que nos sentamos a los pies del Maestro para escucharlo? El Señor nos habla en su Palabra, nos enseña la verdad, nos educa para que sintonicemos con Él. Y, más aún, se nos da como alimento de vida eterna en su propio Cuerpo, de manera que entremos en esa comunión íntima con Él, no sólo de pensamientos sino también de sentimientos y de toda nuestra vida.

La enseñanza de Cristo es, ciertamente, sustancial. A quienes vienen discutiendo sobre quién va a ser el mayor, el más grande, les enseña que el mayor es el que se haga el más pequeño; el más grande, será el que sirva a todos los demás. «Viendo, pues, el Señor el pensamiento de sus discípulos, cuida de corregir con la humildad el deseo de gloria» (San Beda). Notemos, sin embargo, que el Señor no les recrimina la pretensión de ser de los más grandes, de estar junto a Él (ver Mt 20,20-28). Lo que hace es mostrarles cuál es el camino para alcanzar la auténtica grandeza a la que aspira el corazón humano. Y ésta no es otra que estar lo más cerca de Jesús. Ser de los primeros, significa ser como Cristo, tener los mismos pensamientos y sentimientos de Cristo para vivir como Él vivió. Y eso implica hacernos siervos, vivir la humildad, recorrer el camino que lleva a Jerusalén como Él lo hizo.

Volviendo a la analogía, en el camino de la vida cristiana vamos tratando de sintonizar vitalmente con Cristo y desde esa experiencia de encuentro con Él buscamos anunciarlo a los demás. La apertura a la acción del Espíritu Santo, la oración, la conversión de mente y corazón y la coherencia de vida, poco a poco nos lleva a «aprender a pensar con Cristo, a pensar con el pensamiento de Cristo para tener los mismos sentimientos de Cristo, para poder dar a los demás también el pensamiento de Cristo, los sentimientos de Cristo» (Benedicto XVI).

¡Cuánto nos ilumina el testimonio de Santa María, la humilde sierva del Señor! ¿Quién como Ella ha logrado vivir en permanente sintonía con los pensamientos de Dios, acogiéndolos y meditándolos siempre en su corazón? ¿Quién como Ella es ejemplo insuperable de humildad y de servicio? Y ciertamente su humildad la ha llevado a ser la primera entre todas las mujeres y hombres que han existido y existirán. Su humildad es signo de la victoria definitiva de Cristo sobre la soberbia del maligno, es causa de su alegría y es un cántico de gloria eterna a Dios.

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