Domingo con Xto: ¿De qué alegría se trata?

¿De qué alegría se trata?

Por Ignacio Blanco

Navidad

Evangelio según San Lucas 3,10-18.

La gente le preguntaba: “¿Qué debemos hacer entonces?”. El les respondía: “El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto”. Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: “Maestro, ¿qué debemos hacer?”. El les respondió: “No exijan más de lo estipulado”. A su vez, unos soldados le preguntaron: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?”. Juan les respondió: “No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo”. Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible”. Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.

“El Adviento es tiempo de alegría”. Muchas veces seguramente hemos escuchado esta frase. Y es cierta. Este tiempo litúrgico tiene como nota característica la alegría. Es más, este tercer Domingo de Adviento se conoce como Gaudete! Esta palabra latina significa “alégrense” y está tomada de la carta de San Pablo a los Filipenses donde se nos dice: «Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, ¡estén alegres!» (Flp 4,4). Conviene, pues, preguntarnos: ¿de qué alegría se trata?

San Pablo nos da una clave. En el mismo texto donde nos invita a la alegría dice: «Estén alegres. Que todo el mundo los conozca a ustedes por su bondad. El Señor está cerca». Estas palabras inspiradas del Apóstol nos señalan el motivo fundamental de la alegría cristiana: la cercanía del Señor. Y es por eso que el tiempo de Adviento es un tiempo especial para vivir la alegría porque es justamente un tiempo de preparación para celebrar la venida del Señor Jesús al mundo. En la Navidad celebramos la grandeza del amor de Dios que nos ama tanto que se hizo uno de nosotros. ¿Puede haber un motivo más grande que éste para estar alegres? De aquí proviene todo lo demás. Las luces que en estos días vemos en las calles, los adornos, los villancicos, la preparación de la cena de Nochebuena, los regalos, etc., sólo tienen sentido si es que son expresión de esa realidad fundamental: Dios vino a nosotros y se hizo hombre; Él quiere nacer también en tu corazón. Por eso estamos alegres y por eso celebramos.

En este contexto la pregunta que le plantearon a San Juan Bautista nos la debemos plantear también nosotros: ¿qué debemos hacer? La pregunta es pertinente porque la celebración de la venida del Señor no es la conmemoración de un hecho histórico que nada tiene que ver con nuestra vida aquí y ahora. Por el contrario, como cristianos creemos que ese hecho produjo un cambio definitivo en la historia de la humanidad y ese cambio se realiza en cada uno de nosotros. O mejor habría que decir que ese cambio “se va realizando en cada uno de nosotros”.  ¿Por qué? Porque desde nuestro bautismo estamos en un proceso de conversión permanente. La luz que el Niño Jesús trajo al mundo tiene que iluminar nuestra mente y nuestro corazón, tiene que encender nuestro interior y purificarnos. Así nosotros podremos llevar también esa luz a otros. Y ese es un camino en el que vamos avanzando impulsados siempre por la fuerza del Señor que nunca nos abandona.

¿Qué debemos hacer? La pregunta tiene una actualidad total. «Es necesario que esa pregunta  se dirija no sólo a todos sino también a cada uno. No sólo a cada uno de los grupos y comunidades según su responsabilidad social, sino también a lo profundo de la conciencia de cada uno de nosotros. ¿Qué debo hacer?» (Beato Juan Pablo II).  ¿Qué debo, pues, hacer hoy? ¿Qué debo hacer para prepararme para celebrar la Navidad de 2012? ¿Qué debo hacer para ser mejor cristiano? ¿Qué debo hacer para vivir más en Cristo, para abrir más mi mente y corazón a su Palabra y a la vida que Él me da? ¿Qué debo hacer para crecer en mi fe? ¿Qué debo hacer para ser menos egoísta, para ser más humilde, para ser más puro? ¿Qué debo hacer para vivir más la caridad en mi familia, con mis amigos, en mi trabajo?

El Señor está cerca. Su cercanía nos llena de alegría y nos impulsa a prepararnos para recibirlo. En este camino de preparación que es el Adviento tenemos una guía y educadora que siempre nos acompaña: María, la Madre de Jesús y nuestra Madre. Ella nos enseña a disponer el corazón, a hacer silencio en nuestro interior, a tener fe y confiar en Dios por encima de todo. Aprendamos en su escuela y pidámosle insistentemente que nos ayude para que en esta Navidad Jesús nazca en nuestro corazón.

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