Por Ignacio Blanco
Amor, alegría y amistad
El Señor Jesús nos habla este Domingo de alegría, de amor, de amistad. Toca fibras muy hondas en nuestro corazón. Las palabras de Jesús nos remiten a ese anhelo de amar y de ser amados; nos ponen frente al hermoso horizonte de la amistad, y nos invitan a profundizar en la verdadera alegría.
Una primera reflexión nos lleva a tomar conciencia de cómo se ha empobrecido el contenido de estas palabras (amor, amistad, alegría) en el mundo en que vivimos. No es el caso entrar en detalle de las múltiples caricaturas de amor, de amistad y de alegría que hoy encontramos por todos lados, pero preguntémonos: ¿Qué es el amor realmente? ¿Qué es la alegría? ¿Cómo vivir estas experiencias? Qué fácil confundimos el amor con emociones pasajeras y muchas veces egoístas; cuántas veces vemos reducido el amor a expresiones sensibles y superficiales que ni remotamente agotan su hondura. ¿Es acaso la alegría lo mismo que la diversión o el entretenimiento? Hoy que se habla tanto de redes sociales y de cuántos “amigos” tienes en tu cuenta, preguntémonos con sinceridad: ¿Qué es la amistad? ¿Quién es una amiga, un amigo verdadero?
Cristo, nuestro Maestro, hoy nos ilumina y nos muestra la verdad. El amor procede de Dios, y Él nos ha amado primero. Él, Jesús, el Hijo de Dios vivo, nos ha amado hasta el extremo. «Él mismo nos amó primero: no es que nosotros lo hayamos amado, sino que Él nos amó a nosotros» (S.S. Juan Pablo II, 8/4/1987). Nunca acabaremos de comprender la magnitud de estas enseñanzas de Jesús. Son un horizonte infinito para profundizar e interiorizar, y maravillarnos de la grandeza de Dios y de lo mucho que nos quiere. El Maestro nos invita a amarnos entre nosotros como Él nos ha amado. Ése es el horizonte del amor verdadero. La medida la pone Cristo, no nosotros. Y Él nos ha dado muestra del amor auténtico. Pongamos de nuestra parte para que, animados por la fuerza del Espíritu Santo, nos amemos unos a otros como verdaderos discípulos de Jesús. Eso significa luchar contra la indiferencia, el individualismo, y toda forma de egoísmo. Amarnos como Él nos ha amado es ya un gran apostolado con el que proclamamos ante el mundo que el Señor Jesús está en medio de nosotros.
«Que mi alegría esté en ustedes, y su alegría llegue a plenitud» (Jn 15,11). Interesante notar que el Señor nos dice “mi alegría”. Por eso hablamos de una alegría cristiana, es decir, en Cristo. «La verdadera alegría no es fruto del divertirse (…). La verdadera alegría no es un simple estado de ánimo pasajero, ni algo que se logra con el propio esfuerzo, sino que es un don, nace del encuentro con la persona viva de Jesús, de hacerle espacio en nosotros, de acoger al Espíritu Santo que guía nuestra vida» (S.S. Benedicto XVI, 11/12/2012). ¡Vivamos alegres en el Señor! Acojamos el don de su alegría en el corazón y demos testimonio de que el camino de la vida cristiana es un camino de gozo y alegría en Cristo. No que no haya penas y dolores, pero la alegría es más profunda que éstos y les da un sentido de eternidad.
¿Cómo ser amigo de Jesús? ¿No es acaso un tanto temerario pretender ser amigo del Hijo de Dios? Pues Él, una vez más, es quien da el primer paso. «Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a ustedes los llamo amigos». La iniciativa es suya. Él nos invita a una relación personal de amistad y cercanía. En tal sentido, el Papa Benedicto tienes unas palabras muy bonitas para reflexionar: «El Señor desea que cada uno de nosotros sea un discípulo que viva una amistad personal con Él. Para realizar esto no basta seguirlo y escucharlo exteriormente; también hay que vivir con Él y como Él. Esto sólo es posible en el marco de una relación de gran familiaridad, impregnada del calor de una confianza total» (S.S. Benedicto XVI, 5/7/2006).
Todos anhelamos amar, alcanzar la alegría plena y vivir la amistad auténtica. Escuchemos, acojamos y vivamos lo que Jesús nos dice hoy. Ese es el camino. Mejor dicho, Él es el camino.