El Santo Padre dirigió hoy en la Plaza de San Pedro unas hermosas palabras referidas al Evaneglio dominical. Le compartimos un extracto:
“¿Qué cosa nos dice todo esto? Nos recuerda que la lógica de Dios es siempre «otra » respecto a la nuestra, como reveló Dios mismo por boca del profeta Isaías «Mis pensamientos no son sus pensamientos, ni sus caminos son mis caminos» (Is 55,8). Por esto, seguir al Señor requiere siempre del hombre una profunda conversión, un cambio en el modo de pensar y de vivir, requiere de abrir el corazón a la escucha para dejarse iluminar y transformar interiormente. Un punto-clave en el cual Dios y el hombre se diferencian es en el orgullo: en Dios no existe orgullo, porque Él es total plenitud y tendiente a amar y donar vida; en nosotros los hombres, en cambio, el orgullo está íntimamente radicado y requiere de una constante vigilancia y purificación. Nosotros, que somos pequeños, aspiramos a aparecer como grandes, a ser los primeros, mientras Dios no teme abajarse y hacerse el último. La Virgen María está perfectamente «sintonizada» con Dios: invoquémosla confiados, para que nos enseñe a seguir fielmente a Jesús en el camino del amor y de la humildad”.