Por Kenneth Pierce.
Cultivar la presencia de Dios en nuestras vidas resulta de gran ayuda para caminar con rectitud por el sendero de la santidad. Dios, que es un Padre siempre amoroso y misericordioso, nos acompaña y nos da su gracia, y nosotros podemos cultivar buenos hábitos que nos ayuden a cooperar de la mejor manera con la gracia recibida.
¿Cómo podemos hacer para tener más presencia de Dios? Por ejemplo, al empezar el día podemos consagrar nuestra jornada al Señor y pedirle que nos ayude a caminar en su presencia. Con este fin la oración del día que encontramos en la página de Mi vida en Xto es de gran ayuda. Si está en nuestras posibilidades visitar una iglesia algunos días de la semana, rezando en la capilla del Santísimo, será de igual modo una ocasión excelente para renovarnos en la presencia de Dios.
Podemos también, al iniciar el trabajo o alguna actividad importante del día, realizar una breve oración, encomendando nuestros esfuerzos a Dios y pidiendo su luz y guía para las decisiones que debemos tomar. Una sencilla oración antes de cada comida, aunque sea en silencio, nos recordará de quien recibimos todo bien.
Otro medio que ayuda muchísimo es tener en aquellos espacios que frecuentamos –nuestra casa o nuestra oficina, por ejemplo– símbolos religiosos que nos recuerden la constante presencia de Dios en nuestras vidas. Quizás llevar una pequeña imagen religiosa en la billetera o en la cartera, o una medalla, serán constante referencia para nosotros y de gran valor y ayuda.
Podemos asimismo cultivar como hábito el detenernos en distintos momentos del día para pensar y maravillarnos sobre el don de la vida y la creación. Si estamos en un sitio de gran belleza natural será fácil remitirnos al Creador, pero podemos aprender a ver también la presencia de Dios en los diversos lugares en donde nos encontramos. Asimismo, un breve examen de conciencia, al final del día, desde la óptica del amor misericordioso de Dios, nos acostumbrará poco a poco a construir nuestra vida en presencia de Dios.
En fin, como vemos, podemos cultivar muchos hábitos que poco a poco nos vayan abriendo, con la ayuda de la gracia divina, a una presencia constante de Dios en nuestras vidas.