El Beato Papa Juan Pablo II nos invita a ver en el ejemplo de María un aliento para crecer cotidianamente en nuestro encuentro con Jesús:
«Para María la vida en Nazaret no estaba dominada por la monotonía. En el contacto con Jesús, mientras crecía, se esforzaba por penetrar en el misterio de su Hijo, contemplando y adorando. Dice san Lucas: “María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 19; ver 2, 51). “Todas estas cosas” son los acontecimientos de los que ella había sido, a la vez, protagonista y espectadora, comenzando por la Anunciación, pero sobre todo es la vida del Niño. Cada día de intimidad con Él constituye una invitación a conocerlo mejor, a descubrir más profundamente el significado de su presencia y el misterio de su Persona».