Oración del viernes
“No teman“
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Te pido, Jesús, que dispongas mi mente y corazón para este momento de oración. Ayúdame a hacer silencio en mi interior para poder escuchar tu Palabra, interiorizarla y, con la fuerza del Espíritu Santo, hacerla vida en mí.
Acto penitencial
– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Consciente de todas las veces en que te he sido infiel, Señor, te suplico con las palabras del salmista: «Por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado». Saber que tu amor y tu misericordia son siempre más grandes que mi pecado me llena de confianza para acudir a Ti arrepentido.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día: “No teman” (San Lucas 12,1-7).
Mientras tanto se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: “Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido. Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas. A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. Yo les indicaré a quién deben temer: teman aquel que, después de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese. ¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros.
Lectura espiritual breve
Medita en el Evangelio ayudado por estos textos del Papa Juan Pablo II:
«Jesús define “levadura de los fariseos” la dureza del corazón que no quiere reconocer las propias culpas y la incapacidad para acoger el don de Dios. Con estas palabras, Jesús no sólo condena la actitud de falsedad y el afán de hacerse notar, sino también la presunción de creerse justos, que excluye toda posibilidad de auténtica conversión y de fe en Dios».
«”Nada hay oculto que no haya de descubrirse” (Lc 12, 2). Esta expresión no indica simplemente el hecho de que Dios escruta el corazón de todo hombre. Lo que está oculto y ha de ser revelado reviste un significado mucho más amplio y tiene alcance universal: se trata del anuncio evangélico sembrado en lo más íntimo de las conciencias, que hay que proclamar hasta los confines de la tierra».
«Ante la perspectiva de la renuncia y del sacrificio, que en algunos casos puede llevar hasta el martirio, nos sostienen las palabras consoladoras de Jesús: “No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más” (Lc 12, 4). Las fuerzas del mal intentan entorpecer el progreso del Evangelio, tratan de anular la obra de la salvación y matar a los testigos de Cristo; pero precisamente el sacrificio de estos valientes obreros de la viña del Señor constituye la prueba elocuente del poder de Dios. Nos consuelan y animan las palabras de Jesús: “No temáis” (Lc 12, 7). Queridos hermanos, no tengamos miedo de abrir las puertas de nuestro corazón a la fe, de convertirla en experiencia viva en nuestra existencia y de anunciarla continuamente a nuestros hermanos».
Breve meditación personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.-¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Te agradezco, Padre, por esta oración. Ayúdame a vivir siempre consciente del amor inmenso que tienes por mí, de que siempre me cuidas y estás conmigo. Nada escapa a tu providencia paternal. Quiero confiar más en Ti, y crecer en la seguridad de que si sigo los pasos de tu Hijo no tengo nada que temer. Amén.
– (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
– Encomendémonos a nuestra Madre rezando:
Santa María,
Madre de la Esperanza,
junto a tu dulce Corazón
aprendo a esperar confiado.
Intercede
para que,
siguiendo tu ejemplo,
mi vida siempre
se encuentre afirmada
en la esperanza.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.